Sobre alfombras y aspiradoras

CIENCIA CUÉNTICA 20/03/2019
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Estaba una mañana comenzando la jornada y ahí me informaron que en algunas instituciones estaban barriendo, en serio, todos aquellos aspectos que consideraban que no les permitían llegar a la misión y visión tan soñada.

Para ello agarraron la escoba, comenzaron a barrer todos los rincones, con la intención seria de dejar a la señora ciencia, acompañada de la innovación y la creatividad como base de su propuesta.

Junto a las escobas, aparecieron aspiradoras y trapos, los cuales comenzaron a recorrer todos los rincones de esos pequeños espacios de sabiduría que tenían, se pasó por los escritorios llenos de papeles y trámites interminables, encontrándose una serie de objetos que pasaban desde viejos teléfonos, los cuales en sus viejos auriculares llevaban horas infinitas de charlas de los más variados estilos y contenidos. No se puede negar que esos viejos aparatos, no tan viejos, si tomamos en cuenta la historia de la comunicación a distancia dentro de la historia de la humanidad, significó un salto cualitativo y cuantitativo en la determinación de dos variables con sus respectivas variantes, como son espacio y tiempo.

Siguiendo con la limpieza, se encontró en los gaveteros hermosos cuadernos con letras dibujadas de cuentas no contadas pero sí contabilizadas, además de algún papel en medio, que no se sabía si eran notas de amores "idos o no volvidos", o de tensiones normales de quienes pasan más tiempo en la oficina que en su propia casa.

En ese devaneo, se pudo identificar viejas sillas desgastadas, pupitres pintarrajeados, almohadillas hechas de tela y una caja de esas de yeso, además de otra con cuatro colores: anaranjada, azul, verde y amarilla, que habían perdurado gracias al temor por las auditorías.

También se encontró un libro viejo, todo desgastado, las esquinas con orejas, algunas hojas rotas, era el célebre Prontuario Escolar.

Ese libro hizo que la mente vuelva a los orígenes enciclopédicos de los procesos educativos de los años cincuenta, además de pensar en quién podría haber dejado ese viejo libro en las oficinas de un posgrado, pues no estaba acorde al “nivel” académico de tan envidiable lugar.

Entonces debíamos ver cómo entraba la escoba, tenían alfombras en el piso, algunas desgastadas, con esquinas deshilachadas, fue pasando la escoba y salían algunos papeles, con nombres, y también algunas carátulas de trabajos presentados; en ellos se podía ver parte de la historia anónima de tutores y tutorando, de tribunales y tribunos quienes con certeza emitieron sus veredictos de validación con observaciones a trabajos realizados de la más variada manera.

Dejamos el lugar y nos fuimos a la biblioteca, habían bajado las tesis, estaban desparramadas por el suelo, en un aparente orden que solo el responsable conocía, todas eran igualitas en cuanto al color y forma de la carátula: el escudo institucional, el nombre de la institución, el título, el autor, el tutor y la fecha, todas en letra dorada, con lo cual tenían una imponencia olvidada en los estantes y revivida probablemente con nostalgia por los autores cuando podían verla.

Estaba en operación limpieza, me explicó que tenía un banco de datas, el cual fue actualizado, pues el que se tenía primero era hecho a mano y puesto después en una cartulina, tenían que hacer tres ficheros: por autor, por título y por materia, pero que eso fue quedando en desuso, para luego ir colocando en el sistema, pues se tenía que tener los archivos hasta llegar al modelo actual, que se podía consultar (una parte) desde cualquier lugar del mundo.

También conseguí ver muchos archivadores, que ordenadamente se encontraban en los estantes del área jurídica, en ellos se encontraban aquellos que ya son, aquellos que quieren ser, aquellos que nunca pudieron ser acreedores a un título certificado que les permita ejercer o ser parte del Olimpo académico.

La próxima barreremos los derroteros académicos de quienes se consideran parte del “santo sanctorum” pues su dignidad obliga a darles una mayor devoción.

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