Definitivamente, los desfiles y conmemoraciones de este 23 de marzo han resultado, para el régimen, grotescas, y para el ciudadano, sencillamente ofensivas. Y es que a partir de nuestra dura derrota ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por nuestra demanda marítima, la atención pública esperó de parte de sus principales responsables algún indicio siquiera, no ya de hidalguía o franqueza, sino por lo menos de sentido común y una pizca de inteligencia. Empero más bien, campeó el cinismo y la sinvergüenzura extrema. Veamos:
Para la diputada del oficialismo Yañiquez: “Lo que nunca se hizo antes, este Gobierno tuvo la valentía de hacer, de llevar al banquillo del acusado a Chile. El mundo se ha enterado que Bolivia reclama su costa marítima, la historia nos da el respaldo, no estamos igual que antes, hemos mejorado". (Sic)
No podía faltar el inefable diputado Ramos, sosteniendo (aunque le parezca increíble) que: “ahora el mundo entero sabe que Bolivia nació con cualidad marítima, con litoral, con territorio que conectaba a las costas del Pacífico (...) ha generado jurisprudencia en el derecho internacional, mostrando que Bolivia nació con mar. Por tanto estamos mejor que antes”.
Por supuesto, faltaba más, el Presidente le metió nomás asegurando: "La Corte no ha rechazado nuestra histórica e indeclinable demanda marítima" e, incluso, se dio el tupé de exigir a Chile que cumpla el fallo de la CIJ de La Haya.
Que yo sepa y entienda, esa alta corte resolvió por 12 votos a favor y tres en contra, que Chile no está jurídicamente obligado a negociar la solución al diferendo marítimo impetrado en nuestra demanda, porque consideró que ninguno de los acuerdos o tratados firmados por ambos países a lo largo de los años, le obliga; tampoco otras resoluciones o negociaciones internacionales y, aunque obiter dicta ese fallo, nos hace un diplomático guiño señalando a ambas partes: “continuar dialogando en busca de una solución”. Eso jamás podría considerarse una victoria o algo parecido ya que cualquier persona medianamente inteligente sabe que lo resuelto por la CIJ, es nomás, aunque nos duela y mucho, la consolidación de la invasión militar, esta vez a través de la justicia internacional y, a pedido nuestro. Ni más ni menos.
De ahí que los desfiles y conmemoraciones del 23 de marzo, revestidos de la negación de esa realidad y la eterna victimización, han resultado un insulto al sentido común –el menos común de los sentidos– en lugar de buscar nuevas alternativas y enfoques basados en esa irrefutable realidad que no necesariamente estén directamente vinculados con lo estrictamente marítimo y especialmente, tener el valor civil de asumir nuestro fracaso –por muy buenas intenciones que se tuvo (si es que así fue) y, más allá del triunfalismo y alharaquería del régimen, su uso electorero de la demanda, el inútil banderazo azul y el dinero botado incluyendo las delegaciones turísticas oficialistas–, que perdimos, por muy edulcoradas estrategias envolventes oficialistas al respecto.
Así las cosas: ¿No fuera digno de nuestros gobernantes reconocerlo, empezando por asumir su directa responsabilidad? ¿Convencerán a alguien genuinamente que post La Haya estamos mejor que antes en lo marítimo? ¿No es más bien, sostener eso francamente ridículo y sinvergüenza? ¿Ganan votos negando la realidad? ¿No cabría ser por lo menos serios en el tema?
Gobernar es algo demasiado serio como para dejarlo librado a la ineptitud e improvisación, peor al hualaycherío negacionista. Todas las decisiones gubernamentales nos agrade o no, no sólo afectan a quienes las asumen, sino a todos y a nuestras próximas generaciones. Lo acontecido con nuestro justo reclamo marítimo prueba que quienes han asumido las decisiones claves en el tema, definitivamente no dieron la talla en relación a la magnitud y trascendencia de lo que estaba en juego, peor sus burdas reacciones. Borges escribió para esos casos: “Hay derrotas que tienen más dignidad que la victoria”.