Exilio dorado

EDITORIAL 28/03/2019
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El exilio es la “separación de una persona de la tierra en que vive” y, en sentido más amplio, “el hecho de encontrarse lejos del lugar natural (ya sea ciudad o nación) debido a la expatriación, voluntaria o forzada, de un individuo mientras que alguna circunstancia, generalmente por motivos políticos, deniega explícitamente el permiso para regresar por amenazas de cárcel o muerte”.

Se trata, entonces, de un alejamiento en el que generalmente existen razones políticas. Data de tiempos antiguos y existen casos tan conocidos como el de Ovidio a quien el emperador Augusto exilió a Tomis (hoy Constanza, Rumania). Desde entonces, el exilio era considerado un castigo y así se aplicaba pero fueron los propios políticos quienes, años más tarde, le dieron al alejamiento de la patria una connotación diferente, diametralmente opuesta a la de su origen.

Así, cuando una persona, generalmente del entorno de los gobernantes, es resistida por la gente por haber incurrido en actuaciones que le ponían en contra del favor popular, lo que se hace es alejarla hasta que pase la tormenta. Pero como se trata de un alejamiento por conveniencia, no se envía al afectado a algún lugar donde la pase mal sino todo lo contrario. Eso es lo que se ha venido en denominar “exilio dorado”.

Los casos más conocidos de exilio dorado son los de los gobernantes aunque éstos generalmente son voluntarios. Cuando un presidente ya no puede mantenerse más en el poder, negocia su salida y sale de su país para refugiarse en otro donde disfruta el dinero de su retiro.

Otros, en cambio, son echados pero, aun así, siempre ven mejorada su situación. La mayoría muere en el exilio pero sin rendir cuentas sobre sus actos como gobernantes. Fue el caso del dictador paraguayo Alfredo Stroessner, que murió en Brasil sin responder por sus crímenes, y el de Ferdinand Marcos, de Filipinas, que falleció en Hawái luego de haber disfrutado de una vida de lujos gracias a los 8.000 millones de dólares que se llevó con él. Actualmente se especula sobre una negociación secreta entre el gobierno de Estados Unidos y Nicolás Maduro para que éste deje la presidencia de Venezuela a cambio de terminar sus días en algún país, en exilio dorado.

También se exilian los presidentes que son depuestos por asonadas populares o quieren evitar la acción de la justicia. En Bolivia, ese es el caso de Gonzalo Sánchez de Lozada que huyó del país tras los sucesos de la denominada “guerra del gas”. Actualmente vive en Estados Unidos en aparente prosperidad y la justicia de ese país ha evitado que responda por las acusaciones en su contra. Se debe recordar que, cuando escapó, llevaba una valija y se especula que allí estaba el dinero de los fondos reservados que fueron reportados desaparecidos tras su partida.

El Gobierno ha puesto de moda otro tipo de exilio dorado, uno que se aplica ya sea para alejar a sus colaboradores más resistidos o bien para premiar las acciones que le favorecen. El primer caso se emplea generalmente con el ministro Juan Ramón Quintana a quien se aleja temporalmente del gabinete para volverlo a traer luego de algún tiempo. El segundo caso es más deleznable: el pago de favores.

Para la ciudadanía no ha pasado desapercibido que aquellos magistrados que favorecieron al presidente Evo Morales aun yendo en contra de la Constitución Política del Estado, como es el caso de Ruddy Flores, fueron premiados con cargos en el servicio exterior. Al nombre de éste hay que sumar los del ex fiscal general Ramiro Guerrero y del ex presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Pastor Mamani.

A esa lista ahora se debe sumar otro nombre, el de la ex ministra de salud, Ariana Campero, que fue quien se enfrentó a los médicos en las movilizaciones contra el abortado Código de Procedimiento Penal.

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