Se debería pensar no solo en figuras representativas sino, fundamentalmente, en historiadores que no solo tengan pasión por la investigación historiográfica sino una previa producción bibliográfica
Hace solo unos días, la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (Fcbcb) designó al antropólogo belga/boliviano Vicent Nicolas como coordinador de la regional sucrense del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef). Se trata de un nombramiento acertado por las razones que apuntamos a continuación:
Lo primero, pero no lo más importante, es su formación profesional. Nicolas tiene una maestría en investigación en ciencias para el desarrollo y un doctorado en antropología social y etnología. A partir de ahí, está académicamente calificado para ese y cualquier otro cargo vinculado a las ciencias para las que fue titulado.
Pero lo más importante de su hoja de vida es el trabajo que ha realizado en sus campos de acción profesional. Para empezar, es preciso apuntar que es coautor, junto a Pablo Quisbert, de “Pachakuti: El retorno de la nación”, un libro que, más allá del enfoque ideológico y de justificación para el injustificable museo de Orinoca, ayuda a entender el fenómeno de la insurgencia del denominado “proceso de cambio” pero a partir de interpretaciones científicas de nuestro pasado prehispánico y colonial.
Empero, el que hasta ahora es el libro más conocido de Nicolas es “Los ayllus de Tinguipaya: ensayos de historia a varias voces” para el que el autor, al igual que Tristan Platt en su momento, debió sumergirse —lo que incluye vivir en el lugar— en las comunidades de Tinguipaya, capital de la provincia Frías del Departamento de Potosí. La profundidad de este estudio y sus sorprendentes revelaciones lo han convertido en el más celebrado de su autor, por lo menos hasta el tiempo presente.
Más reciente (2018) es su última producción bibliográfica, “Betanzos: cerros, caminos, haciendas y rebeliones”, que es el resultado de una investigación patrocinada por la Alcaldía del municipio cuyo nombre lleva. Entre las muchas revelaciones de este libro está el hecho de que la nación yampara, que se creía circunscrita al territorio del hoy departamento de Chuquisaca, llegó también hasta municipios de Potosí y no solo a los próximos al límite interdepartamental sino más adentro.
Por todo lo apuntado, es fácil suponer que el nuevo coordinador del Musef, regional Sucre, es el profesional e investigador que más conoce sobre la etnografía de Chuquisaca y Potosí que son los departamentos sobre los que esa filial tiene mayor influencia aunque él ya ha anunciado investigaciones que abarcarían también a Tarija.
Por ello, se trata de una designación acertada que debería convertirse en un antecedente positivo para posteriores nombramientos en los repositorios que administra la Fcbcb.
Un detalle poco advertido es que en los últimos años ha variado el tratamiento laboral entre la fundación y las personas que son nombradas directores o autoridades de los repositorios. Hace años, cuando solo administraba la Casa de la Libertad, el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia y la Casa de Moneda, los directores no eran contratados a plazo fijo; es decir, su nombramiento era de carácter indefinido y es por eso que la mayoría de ellos dejaron el cargo al fallecer pero dejando atrás un importante legado.
Hoy en día se habla de contratos quinquenales que, por tales, no permiten desarrollar proyectos a largo plazo ni mucho menos que los directores desarrollen legados; es decir, herencias culturales acumuladas a lo largo de los años.
Los repositorios se han multiplicado y aunque eso signifique también que se multiplique la oportunidad de trabajo para los investigadores, no se toma en cuenta que en algunos casos, por lo menos en los antañones monumentos nacionales, se debería pensar no solo en figuras representativas sino, fundamentalmente, en historiadores que no solo tengan pasión por la investigación historiográfica sino una previa producción bibliográfica.