El municipio de Potosí está de aniversario en este inicio de semana. Su existencia comenzó formalmente el 1 de abril de 1545, cuando los españoles tomaron posesión del Cerro Rico con el fin de explotar su plata. Ese hecho marcó el nacimiento de la ciudad que primero surgió como asiento minero y después se convirtió en villa merced a la capitulación del 21 de noviembre de 1561.
Desde entonces y hasta ahora, su existencia giró en torno a la minería. La plata que se extrajo de su Cerro Rico fue tan abundante que transformó la economía del mundo entero y la puso en los umbrales de la revolución industrial. Y aunque en el tiempo presente la actividad extractiva sigue siendo su principal sostén, es tiempo de pensar en lo que vendrá después.
No hace falta hacer estudios para saber que, después de la minería, la siguiente vocación económica de Potosí es el turismo. Esta actividad ha crecido tanto en el mundo que, tan solo para tener una idea de lo que pasa cerca nuestro, hay que apuntar que, en 2017, nuestro vecino Perú tuvo un ingreso de divisas de 4.573 millones de dólares por concepto de turismo receptivo. Se trata de una suma fabulosa pero que se ve pequeña comparada a lo que recibió España por ese mismo concepto y en la misma gestión: 60.156 millones de euros; es decir, aproximadamente 66.465 millones de dólares.
Si miramos la actual oferta turística de Potosí, que todavía gira en torno a su periodo colonial, entonces entenderemos que esta se aproxima más a España que a la de Perú, cuya fortaleza histórica es la etapa de la expansión incaica. En ese sentido, es útil saber que en el 2017, del que nos ocupamos, el turismo representó el 12 por ciento del Producto Interno Bruto mientras que en Sevilla —una ciudad muy parecida a Potosí— el impacto fue todavía mayor: llegó al 17 por ciento.
Bien manejado, el turismo no sólo genera divisas sino empleos. En Perú, por ejemplo, ha generado 1,1 millones de fuentes de trabajo directas e indirectas. Hay ciudades, como Cusco, que viven mayoritariamente del turismo y ya no se dedican a otra cosa, con excepción del ineludible sector de servicios.
Esas cifras nos permiten ver un mundo al que Potosí todavía no se ha asomado. El fabuloso pasado de Potosí es una veta que sus habitantes todavía no están explotando. La prueba de ello es que, por una parte, Potosí ya no es tan conocida como antes y se ha convertido en una vaga referencia vinculada a la plata. Lo que corresponde, entonces, es promocionarla en el exterior.
El otro detalle es su oferta turística. Aunque esta ha crecido —más por esfuerzos individuales que gubernamentales—, sigue centrándose en torno a las minas, la Casa de Moneda y, subsidiariamente, las lagunas coloniales. Alrededor de la ceca existen varios museos religiosos, como Santa Teresa, San Francisco, Santo Domingo y la Catedral pero estos son ignorados para la mayoría de los turistas que solo saben de su existencia cuando ya están acá.
En lugar de recuperar espacios culturales, que no son solo museos sino bibliotecas y otro tipo de repositorios, las autoridades se han acostumbrado a utilizar los edificios antiguos para oficinas. Un caso patético, y que merece análisis aparte, es el de la primera Casa de Moneda que actualmente está en manos del Órgano Judicial.
Potosí tiene, en su centro histórico, una oferta turística que no se está aprovechando y la principal de ellas es el manzano donde actualmente está el edificio principal de la Alcaldía. La Gobernación ya ha recuperado una parte de esa cuadra, el edificio de Correos, pero ahora resta rescatar la primera Casa de Moneda y posteriormente las Cajas Reales; es decir, la gran porción que ocupa la Alcaldía.
Sólo pensando así se podrá aspirar a que Potosí viva del turismo.