Es absurdo a nivel individual cargar las culpas de nuestros ancestros. Es esa la respuesta personal de españoles cuando se les cuestiona por el pasado colonial de su país en América Latina. Incluso algunos van más allá y aseguran que el español conquistador y expoliador se encuentra en los genes nuestros, por el mestizaje producido muchas veces a la fuerza, a la ‘chingada’, como dicen los mexicanos cuando se refieren a la violación de miles de indígenas durante la colonia. Los peninsulares se quedaron allí y nada tienen que ver con los abusos y atropellos de la Conquista, según su punto de vista.
El Nobel peruano, Mario Vargas Llosa, se refirió a la petición del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador que pide a la Corona española pedir perdón a México y todos los pueblos indígenas de América Latina por los abusos coloniales. El escribidor peruano asegura que López Obrador debía dirigir la carta a sí mismo porque él es descendiente de los españoles que llegaron a América, quienes violaron los derechos indígenas. Y añade que en vez de exigir cuentas por el pasado, los latinoamericanos deberíamos asumir las culpas de no conseguir una sociedad justa que mejore la situación indígena a casi 200 años de República.
México, Guatemala, Ecuador y Bolivia son los países interpelados con esta polémica iberoamericana, por su gran población indígena.
Sin duda que es inútil y ocioso exigir perdón a quienes no habían nacido hace 500 años. Pero hay un aspecto diferente en la solicitud de López Obrador, que es una cuestión de Estado. El presidente mexicano se dirige al responsable máximo del Estado español que es el rey Felipe de Borbón, cabeza actual de una potencia colonial que se benefició con un sistema que se llevó miles de muertos en las minas de Potosí o en los cañaverales caribeños, donde seres humanos perecieron para engordar las arcas del imperio español, primera potencia europea en el siglo XVI. Un flujo de riqueza generado a partir la expoliación de recursos naturales y el trabajo de pongos y esclavos que por entonces fundaron el patrimonio del actual Estado español.
Más allá del populismo y demagogia de izquierda que se achaca a López Obrador, considero que su petición a nivel de Estado tiene mucho sentido. La Conquista no fue una guerra entre iguales sino que se impuso la superioridad militar de una civilización, para generar un sistema de dominación basado en la explotación que benefició al reino español y sus descendientes, por eso deben pedir perdón a los descendientes de sus víctimas que fueron millones, cuyos restos se entremezclaron con el polvo mineral en las laderas del Cerro Rico de Potosí, una de las joyas de la Corona española que hizo grande a Carlos V.
En fin, con la cercanía del Bicentenario de la Independencia de la mayoría de los Estados latinoamericanos, la polémica sólo ha comenzado y habrá de alimentarse de todos los argumentos históricos y de derechos humanos para no permitir una vez más que la voz indígena sea acallada y quede de nuevo en las penumbras de la Historia.