Criminales cibernéticos

SURAZO 04/04/2019
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Las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) no solo trajeron beneficios y acercaron más a las sociedades sino que también desarrollaron terrenos intangibles para crímenes que no eran conocidos antes de aquellas.

El cyberbullying, cuyo equivalente en español es ciberacoso, es uno de ellos. También conocido como acoso virtual o acoso cibernético, es el uso de redes sociales para acosar a una persona o grupo de personas mediante ataques personales, divulgación de información confidencial o falsa, entre otros medios.

Como se puede ver, esa definición encaja perfectamente en la actitud de los denominados “guerreros digitales” que, al margen de su labor propagandística en favor del partido en función de gobierno, se dedican a acosar a otras personas en las redes sociales y muchas veces a agredirlas mediante una escritura en la que predominan la ignorancia y las faltas ortográficas.

Muchas veces pasan la línea del acoso a la del ataque y se dedican a ofender e insultar incurriendo en figuras penales como la injuria, difamación y calumnia. Si cometen delitos, son delincuentes y, si cometen crímenes, son criminales. Lo terrible, y paradójico, es que esta actividad antisocial es patrocinada por el gobierno que les paga sueldos con recursos públicos. Puede que exista una cantidad de personas que trabajan sin paga pero lo hacen con el fin de ser incluidos posteriormente en las listas de los que sí lo hacen. Es más… varios oficialistas dijeron que la paga para estos “gerreros” (la omisión de la “u” es intencional) saldrá de los sueldos de estos, como si estos, a su vez, no provinieran de las arcas del Estado.

Pero el ciberacoso no se limita a las redes sociales. Los criminales cibernéticos aprovechan del anonimato que brindan otros medios, como el correo electrónico, para causar daño a sus víctimas y el recurso más común es el desprestigio.

Yo estoy sufriendo actualmente un acoso de esa naturaleza por parte de una o más personas que estuvieron enviando mensajes, por correo electrónico, asumiendo más de una identidad. La primera fue una persona que se identificó como Karen Durán Kamalich quien se dirigió al gerente de Correo del Sur con una serie de falsedades e improperios en mi contra, pidiendo que se retire de la edición digital el artículo que publiqué con el título de “Bibliotecas II”. Como no recibió respuesta, volvió a escribir, reclamando una, pero ya no con ese nombre sino como anónimo. El correo de procedencia es [email protected] y aparece registrado a nombre de Guadalupe León Cruz. Lo curioso es que esa es la misma dirección que se utilizó en mayo de 2017 para desacreditar a otro periodista, Edwin Pérez Uberhuaga.

Por lo apuntado, y otros detalles que servirán en la investigación del Ministerio Público, se trata de una acción criminal y, como tal, ruin y plagada de bajezas.

Es el precio que debemos pagar por la tecnología de la que ahora disfrutamos pero, como de eso se trata, siempre existen maneras de identificar, y consiguientemente castigar, a quienes se escudan en el anonimato.

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