Resulta poco menos que curioso que se haya destacado el hecho de que el presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda, asumiera circunstancialmente el mando de la nación con el rótulo de ser “el quinto potosino que llega a la Presidencia”.
Lo llamativo está, por una parte, en el hecho de que el dato es errado y, por otra, que se destaque tanto los orígenes de una persona en un tiempo en el que, tecnología mediante, la mayor parte del planeta se ha globalizado.
Pero primero veamos el error: no es cierto que Borda es el quinto potosino en llegar a la presidencia ya que, además de los otros cuatro que accedieron a ese cargo, hay que tomar en cuenta que a lo largo de la historia hubo vicepresidentes de esta región a quienes les cupo suplir al jefe de Estado en ausencia de éste, así sea circunstancialmente, como fue el caso de aquel. Esos fueron los casos de José Santos Quinteros, Enrique Baldivieso Aparicio, Valentín Abecia Baldivieso y Luis Ossio Sanjinés.
Chuquisaca tuvo más vicepresidentes que Potosí pero muchos de éstos llegaron también a la presidencia. Los que no lo hicieron fueron Valentín Abecia Ayllón, Julián V. Montellano y Julio Garrett Ayllón.
Por tanto, maximizar una presidencia circunstancial podría resultar contraproducente frente a los datos que arroja la historia. No obstante, la cuestión regional; es decir, destacar el origen del mandatario temporal da pie a otros análisis.
Si se analizan los diferentes gobiernos que tuvo nuestro país a partir del lugar de nacimiento de los presidentes, encontraremos que La Paz tiene la gran mayoría con 24; en segundo lugar está Cochabamba, con 17, y Chuquisaca aparece tercero con nueve. Salvando el detalle de Cochabamba, cuya ubicación geográfica le permite articularse con cualquier parte del país, parecería que la situación política y el ejercicio del poder son claves para elegir a un presidente. Entonces, cayendo en el simplismo, podríamos decir que La Paz está primero por el hecho de ser la sede de gobierno y Chuquisaca tercero en virtud a que ejerció su capitalidad plena hasta la guerra civil. Sin embargo, los datos desmienten esa interpretación ya que solo tres presidentes chuquisaqueños, concretamente sucrenses, corresponden al periodo de la capitalidad: Mariano Enrique Calvo Cuéllar (1841), Hilarión Daza Groselle (1876-1879) y Severo Fernández Alonso Caballero (1896-1899). Los otros seis que llegaron a la presidencia ya corresponden al periodo en el que La Paz usurpa la capitalidad: José Gutiérrez Guerra (1917-1920), Hernando Siles Reyes (1926-1930), David Toro Ruilova (1936-1937), Mamerto Urriolagoitia Harriague (1949-1951), David Padilla Arancibia (1978-1979) y Celso Torrelio Villa (1981). A esa larga lista hay que sumar los casos de José María Escalier y José Manuel Ramírez que formaron parte de una junta de gobierno entre 1920 y 1921.
Por lo que se ve, no existe correspondencia entre influencia política y orígenes de los presidentes. En ese sentido, es curioso el caso potosino, que ocupa el cuarto lugar con cuatro presidentes, ya que, al ser la región que mantuvo al país, se supone que debió ejercer influencia económica pero las cifras dicen que no lo hizo. De sus cuatro jefes de Estado, Sebastián Ágreda (1841), Tomás Frías Amatller (1872-1873), José María Linares Lizarazu (1857-1861)y Gregorio Pacheco Leyes (1884-1888), sólo los dos últimos pertenecieron a las oligarquías que se beneficiaron de sus minerales.
Por tanto, Bolivia se zafa de los análisis políticos y económicos vinculados a los orígenes de sus gobernantes. Y, por ello, no es raro que las poblaciones se alegren por hechos como, por ejemplo, que un presidente del Perú, Valentín Paniagua, haya sido hijo de un sucrense y por eso mereciera homenajes en la capital del Estado.