Aunque es un fenómeno social complejo, el culto a la personalidad se define simplemente como la ponderación excesiva de una persona, particularmente de un líder, caudillo o jefe de Estado.
Durante los más de 13 años del gobierno de Evo Morales tuvimos, tenemos y, por lo visto, tendremos mucho de ese fenómeno que, a primera vista, tiene explicaciones políticas.
El culto a la personalidad que el Movimiento al Socialismo (MAS) practica en torno a la figura de su líder y caudillo, el hoy jefe de Estado Evo Morales Ayma, puede interpretarse como la reacción de las masas –representadas sectorialmente por los movimientos sociales– que oponen su figura frente a los múltiples, pero informes rostros del conservadurismo al que le dan distintos nombres, desde neoliberal hasta imperialista.
El razonamiento parece sencillo: los conservadores son el pasado, aquel en el que se hipotecó el país y se relegó a las grandes mayorías nacionales, mientras que Evo representa la nueva Bolivia, la de las obras, la que no tiene grandes problemas económicos e invierte en obras sociales. Por tanto, es preciso ponerlo en todo lado, no solo en la parte principal y frontal de las aulas escolares sino en los cuadernos, en las revistas, en los libros.
Afuera, allá donde se ejecutan trabajos públicos, la fotografía del Presidente es omnipresente. Está en todos los lugares donde se construye algo, aunque no sea con los recursos del Gobierno central, sino de los municipios. De paso, hay rótulos con mensajes inequívocos: “Bolivia cambia, Evo cumple”.
Desde luego, para los teóricos del “proceso de cambio”, nada es suficiente si tiene que ver con ponderar la figura del líder y caudillo, aquel a quien, como ya todos saben, le dicen “jefazo”. Así que no es suficiente que su rostro aparezca en todo lado, sino que su nombre esté sembrado a lo largo y ancho del territorio nacional. Está en escuelas, hospitales, estadios… No existe un girón de la patria que no haya sido marcado con el mayor signo del “proceso”: el Evo.
El Presidente tiene su museo y no solo él sino hasta sus padres tienen sus estatuas.
Y claro, ya que estamos en eso, ahora el Vicepresidente también tiene su estatua. Está allí, en Punata, con la misma gravedad del homenajeado cuando discursea, recordándonos que este Gobierno es socialista pero sus líderes, con sus estatuas, están por encima de las masas. (R)