Marxismo leninismo: alta traición en la cúpula del MIR

Walter Gómez D’Angelo 03/07/2019
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El libro “Testimonio y Legado: El MIR Histórico en la recuperación y construcción de la democracia contemporánea, 1964-1984” contiene increíbles revelaciones sobre el comportamiento de nuestras élites políticas.

En mayo de 1971 se constituyó el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) con base en una alianza del Partido Demócrata Cristiano Revolucionario (PDCR), el grupo Espartaco del MNR, y “marxistas independientes”. No es sorprendente entonces que dentro de la cúpula mirista hubiera algunos marxistas. Lo que sí sorprende es que la dirigencia representando al PDCR dentro la alianza mirista también resultó ser marxista-leninista. 

El origen del PDCR se remonta a las luchas de una generación de universitarios cristianos agrupados bajo el Frente Revolucionario Universitario Cristiano (FRUC), para liberar las universidades bolivianas del control de camarillas marxistas corruptas, desde finales de los años 50. Eran aguerridos universitarios surgidos en gran medida de instituciones cristianas militantes: Juventud Estudiantil (JEC), Juventud Universitaria (JUC), Congregación Mariana (CM), y Cursillos de Cristiandad. Ya en 1959 lograron ganar la Federación Universitaria Local (FUL) de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) después de más de 30 años de dominio del Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR). Durante la década de los años 60 el FRUC tomaría control de las FUL de todas las universidades bolivianas, así como de la Confederación Universitaria Boliviana (CUB).

En lo político, la generación del FRUC se agrupó inicialmente en las filas del Partido Demócrata Cristiano (PDC), pero la actitud retrógrada de la vieja guardia del PDC agrupada en torno a su “líder máximo e indiscutido Remo Di Natale” forzó a la juventud universitaria a formar su propio partido, el PDCR, a principios de 1970.

No se entiende cómo ni cuándo (¿durante los siguientes 12 meses?) la cúpula dirigente del PDCR se despojó de su ideología cristiana y adoptó con fervor el marxismo-leninismo como base teórica y práctica de su accionar. Jorge Ríos planteó (¿a inicios de 1971?) con suma franqueza en la cúpula del PDCR: “si tomamos una decisión de integrarnos a un partido comunista (es decir, revelarnos como marxistas) la militancia no nos va a seguir, ya que ella sigue siendo cristiana”, y concluyó proponiendo: “lo que hay que hacer es convertir a nuestra militancia de cristiana en marxista leninista”. Para lograr ese objetivo, la dirigencia inició lo que consideraron un programa de adoctrinamiento de la militancia. Pusieron a circular algunos textos de marxismo e invitaron a dos prominentes marxistas a dar sendas conferencias en Bolivia. Como parte de esa campaña, recuerdo una insulsa charla de Ernesto Araníbar a la militancia cochabambina acerca de la “plusvalía” marxista. 

¿Qué pasaría si el papa Francisco y su círculo más cercano de cardenales se convirtieran súbitamente en musulmanes? ¿Y si además, en lugar de renunciar a sus posiciones jerárquicas y disculparse públicamente, decidieran más bien circular ejemplares del Corán, e invitar a prominentes ayatolas a presentar su religión ante la feligresía católica, con la pretensión de volvernos a todos musulmanes? Sería impensable ¿no es así? Pues bien, eso es exactamente lo que hizo la cúpula del PDCR con su militancia cristiana.

Si la cúpula dirigente de un partido como el PDCR, de profunda convicción cristiana, se transformó en marxista, lo que les tocaba era actuar con sinceridad, informar a la militancia de este cambio, y renunciar. Pretender adoctrinar a la militancia, como si se tratara de una tropa de ignorantes esperando la guía de sus sabios líderes, y utilizar el partido para sus fines personales, solo puede calificarse como alta traición de una arrogante élite.

Desde la conformación del MIR como partido en 1971, la cúpula mirista prometió a su militancia practicar la democracia interna apenas el partido saliera de la clandestinidad. Promesa que obviamente nunca pensaron cumplir, pues iba en contra de las prácticas totalitarias de su marxismo decadente. Todos los dirigentes marxistas del MIR se tornaron “indiscutibles”. 

Peor aún, esta cúpula marxista clasificó rápidamente a la militancia en dos grupos. Quienes se adhirieron al marxismo eran de plena confianza. Aquellos que persistían en posiciones no marxistas, eran considerados militantes de segunda clase y sólo serían utilizados como “tontos útiles”. Paulatinamente la cúpula marxista fue marginando a la militancia cristiana. 

La cúpula marxista del MIR traicionó también al electorado boliviano. Una de las tarjetas de presentación del MIR al pueblo de Bolivia era la presencia de la generación de universitarios de orientación cristiana en las filas del partido. Esos universitarios, ya profesionales, quienes salvaron las universidades bolivianas de las corruptas camarillas marxistas, manejarían con el MIR el gobierno del país con la entrega, honestidad y eficiencia demostrada en su praxis. Al traicionar a su militancia cristiana, el MIR también traicionó al pueblo boliviano.

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