Salud y política

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 05/07/2019
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El Ministerio de Salud ha confirmado, mediante comunicado expreso, que la enfermedad que causó la muerte de dos personas y mantiene hospitalizados a dos médicos es un “Arenavirus del Nuevo Mundo” que “se transmite a través de roedores del género Calomis, que es un tipo de roedor selvático” que vive en regiones con clima tendente al calor.

Como en la mayoría de los casos que involucran la sensibilidad de la gente, el reporte de esta enfermedad estuvo acompañado de una gran cantidad de información falsa que fue reproducida a través de las cada vez menos confiables redes sociales. Se llegó al extremo de publicar que la enfermedad surgió en una parrillada de militantes del MAS y era por ello que se estaba ocultando información.

Claro que la información oficial no fue lo tranquilizante que debió ser ya que apenas se dijo que “este virus no es un riesgo para la comunidad en general” y “quienes están más en riesgo son aquellos que viven cerca de roedores selváticos infectados y los trabajadores de la salud que entran en contacto con personas infectadas” como es el caso de los dos médicos.

Al margen de ese escueto informe, fueron los medios de comunicación serios –pues a estas alturas queda claro que las redes sociales no lo son– los que abundaron en detalles sobre esta enfermedad. El novel portal informativo Guardiana publicó que “lo único que se sabe de las personas recién infectadas en el país es que el virus es un arenavirus, pero no cuál de ellos; aunque lo más probable es que sea Machupo o Junín”.

Instando a publicar “información responsable, detallada y no politizada” sobre temas de salud, Guardiana ofrece dos antecedentes sobre enfermedades de este tipo. Por una parte, un brote de fiebre hemorrágica que se produjo en 1958 “en la comunidad de Yutiole, ubicada en el municipio beniano de San Joaquín” y, por otra, la cuarentena hospitalaria decretada en 1971 en el hospital Seton de Cochabamba. “No deja de llamar la atención el hecho de que, después de 61 años de sucedido el primer brote en Beni, hasta ahora no exista una vacuna”, agrega.

La respuesta a esa observación es que, pese a su enorme importancia, la salud pública es un botín más en la despiadada y eterna lucha del poder que se desarrolla en nuestro país. En el fondo, los partidos políticos son algo así como agencias de empleo ya que, una vez que logran tomar el poder, premian la lealtad y el tiempo que sus militantes invirtieron en sus campañas con sendos cargos en la administración pública. Para poder entregar un puesto de empleo a un militante es preciso echar a quien está cumpliendo esas funciones. Por eso es que el personal de las instituciones públicas cambia cuando cambia un gobierno. Y, lamentablemente, esa anacrónica política de administración de personal también se aplica en el campo de la salud pública. 

Si se hubiera mantenido la institucionalidad de la salud pública, a estas alturas probablemente ya tendríamos una vacuna contra la enfermedad que, por el momento, ha contagiado a dos médicos y ha matado a otras dos personas. La permanencia de profesionales en salud en el sistema público habría permitido que estos investiguen el brote de 1958 y arrojen resultados en por lo menos diez años. Pasaron 61 y no pasa nada.

Aquí tenemos, entonces, una de las consecuencias de permitir que la política partidaria se involucre en el manejo de la salud pública. 

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