Se esperan tales cualidades de un colaborador, socio o anfitrión. Pero, cuando se proclaman a plena voz por parte del vocero de un gremio que ha expresado tantas tribulaciones frente al gobierno de los 13 años, uno no puede evitar preguntarse cómo se explica la inflamada adhesión del presidente de la federación empresarial paceña al “proyecto” gubernamental más extraviado.
A nombre de la federación local y, más osadamente todavía, de los paceños –a quienes no representa ni ha consultado–, el directivo de la entidad patronal privada, afirma que “apoyaremos el proyecto hidroeléctrico en el norte paceño por tratarse de energía renovable y limpia, que permitiría el desarrollo (…) paceño y (del) Beni y Pando, posibilitando la industrialización y la exportación de energía”.
El tal proyecto, “Bala-Chepete”, lleva más de tres años desde que fuese anunciado por el presidente del Estado, no pasa de ser una aspiración o un capricho eventualmente muy rentable para los encaprichados, que rescata brumosas esperanzas de mitad del siglo anterior, relanzadas después por el exprefecto “Chito” Valle en los años 90 y descartadas por la dura y obstinada realidad.
Los estudios llevados a cabo a finales del siglo anterior demostraron que la construcción de un enorme dique en el estrecho del Bala generaría una descomunal inundación que resultaría tan dañina e imprevisible que llevó a archivarla y olvidarla. Quedó de aquella época la idea del ingeniero estadounidense Gregory Morris de construir dos represas, una de 70 metros en la serranía del Chepete y una de 90 en El Bala.
Esa hipótesis –impulsada por la confusa percepción que tienen los gobernantes actuales de que se han acabado las posibilidades de seguir recibiendo altos ingresos por la exportación de gas, debido a nuestras pequeñas reservas comparadas con las de nuestros actuales compradores, y al dramático cambio del mercado mundial de ese energético– los llevó a encargar un estudio a la consultora italiana Geodata.
El estudio, con un costo de 21,8 millones de bolivianos, se entregó en 2016 y, tal como se lo transmitieron sus allegados al primer mandatario, lo llevó a informar que costaría unos 7.000 millones de dólares construir, primero, un embalse de 169 metros de altura en el Chepete y, unos 20 años más tarde, otro menor en El Bala; que se generaría un ingreso de 1.200 millones de dólares anuales, que se podría construir en unos siete años, que nos convertiría en núcleo energético regional e impulsaría nuestro desarrollo. Todo esto, a la luz de lo que dice y calla el informe de Geodata, resulta falso e insostenible.
Tal es la causa primordial para que permanezca hasta hoy bajo llave, sin que lo conozcan siquiera parlamentarios o ministros oficialistas y, con mucha seguridad, mucho menos el entusiasta empresario convertido en su promotor. Pero, una copia completa ha llegado a universidades y entidades no estatales que lo han puesto a disposición del público.
En 2016 y con la información preliminar del estudio, junto al Dr. Daniel Robison, encaramos una investigación que prueba que el “Informe de Identificación Chepete 400-Bala 200” carece de base técnica y científica para encarar con mínima seriedad lo que vendría a ser la mayor obra pública desde la fundación de la República, con un costo que duplicaría –y probablemente más– la actual deuda externa del país.
Que social, ambiental, económica y financieramente es inviable; que nos sumergiría en una espiral de destrucción natural, deuda impagable y dependencia desastrosa.
El estudio oficial no investiga, ni superficialmente, el mercado del Brasil, cuyos gobiernos jamás han alentado la mínima esperanza de comprar una energía más cara de la que se produce en ese país y, más bien, advirtieron al Gobierno boliviano que ni siquiera avance con otros proyectos, porque su única expectativa se vuelca sobre un proyecto conjunto (Riberao) en la frontera binacional.
Tan importantes como los huecos del primer estudio y el prolongado retraso del “Estudio a diseño final”, son las experiencias de ejecución y costos en Bolivia y países vecinos, sobre cuya base y óptimamente es razonable proyectar que el Chepete tardaría no siete, sino al menos 15 años en construirse, no 7.000 sino entre 10 a 12 mil millones de dólares que solo beneficiarán a los financiadores y constructores extranjeros.
El presidente empresarial local ignora los hechos o finge hacerlo. ¿Ocurre lo mismo con los candidatos que se postulan para reemplazar a Morales Ayma?