¿Es más fácil que los potentes de la tierra se preocupen de los que mueren de hambre –según la última relación de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, se trata de 820 millones de personas en todo el mundo– o que se preocupen del cambio de clima que está poniendo a riesgo la economía, la sociedad y el ambiente terrestre?
Por cuanto sean cínicos y naturalmente poco sensibles “los grandes de la tierra” frente a la desesperación de los hambrientos, se podría pensar que por lo menos podrían ser racionales y no egoístas, capaces de entender que si el clima cambia, cambia para todos. Pero parece que no les interesa el futuro de la humanidad. La relación anual de la FAO sobre el estado de alimentación en el mundo, que hace ver muy lejos el objetivo de disminuir el número de hambrientos fijado en la Declaración de Roma de 1996. Deberían de llegar a un máximo de 420 millones en el 2015, mientras que actualmente las personas que mueren de hambre en el mundo son 820 millones. El número continúa aumentando y se encuentran concentrados casi todos, en los países subdesarrollados. No obstante las solemnes declaraciones de los “grandes”, los hambrientos aumentan en 4 millones cada año, mientras deberían de disminuir en 31 millones cada año.
La degradación ambiental está entre las primeras causas del hambre. En enteras regiones de África, los cambios de clima han favorecido la escasez de lluvias y por lo tanto la aridez de la tierra. Países antes con exuberante vegetación se están convirtiendo en extensos desiertos. También están las reglas crueles e inhumanas de los tratados internacionales que impiden, por ejemplo, la comercialización de los productos de los países pobres e incluso prohíben que sean cultivados imponiendo monoculturas muy a menudo con semillas ogm, devastadoras para los equilibrios ecológicos, económicos, demográficos y culturales.
Diez años de palabras, discursos, lágrimas e hipocresías no han dado ningún resultado, los pobres y los hambrientos continúan aumentando, y lo singular de todo esto es que estos han sido los años del máximo desarrollo global.
¿Es aceptable todo esto en el tercer milenio? Mientras se consideraba el destino de los “últimos”, de los desheredados, pobres, hambrientos, enfermos, el cinismo dominante podía consolarse: el desastre pertenecía a otros. Hoy que el hambre y pobreza están íntimamente unidos con la crisis ambiental, es un problema que interesa a toda la humanidad.W