La exigencia de las ciudades en el debate electoral

ÁGORA REPUBLICANA Carlos Hugo Molina 30/07/2019
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Como por arte de magia, lo que resulta muy positivo, están irrumpiendo las ciudades y los municipios a la hora de los discursos. Quien no lo haga quedará en evidencia que se encuentra desfasado con el desarrollo del país. 

No hay forma de resolver los problemas cotidianos de la gente, al margen de ese espacio público en el que se expresa lo privado, lo social y lo comunitario como ámbito natural. En todas las encuestas, aparecen como preocupaciones fundamentales la salud, el trabajo, la seguridad ciudadana y la corrupción, que aunque no correspondan únicamente a competencias municipales, se gestionan y se ejecutan en las ciudades.

En esa lógica, quedan visibilizadas de manera más radical algunas categorías relacionadas con la gente.

Las denominadas ciudades inteligentes, por ejemplo, que incorporan de manera natural el uso de tecnología y soluciones oportunas y eficaces, y que evitarán entre sus conquistas, una práctica despreciable que asesina parte de nuestro tiempo útil, que son las filas inmisericordes. Algún día, el realizar filas para lograr un servicio deberá ser considerada una violación de los derechos humanos. Las ciudades inteligentes llegan más allá de la tecnología para incorporar sus alcances a la practicidad y utilidad de decisiones, haya o no haya conectividad, como el ocio productivo, por ejemplo.

La comprobación de nuestra vida en ciudad se expresa en el ocio productivo, y que corresponde a las oportunidades que nos debe ofrecer para desarrollar nuestras capacidades con una propuesta de oportunidades y acciones lúdicas, culturales, deportivas, recreación, formación… Espacios públicos, bibliotecas, conchas acústicas, áreas de creación son imprescindibles. Radicalizar las oportunidades y propuestas culturales como una necesidad de desarrollo del espíritu y el cuerpo ya no pueden ser excluidas a la hora de pensar nuestro futuro.

El desarrollo económico local es otra de las demandas directas que se le pide a las ciudades, y es una de las razones de la migración hacia ellas. La gente supone la existencia de oportunidades y frente a su ausencia, se desarrollan situaciones de informalidad y subsistencia. La opción por el cemento es un síntoma de ignorancia de lo que ocurre más allá de la formalidad urbana, pues la irrupción y crecimiento de las ciudades no es por crecimiento vegetativo, es por migración, siendo el problema más complicado y talón de aquiles del actual modelo estatal boliviano; en su apuesta por lo rural, originario indígena campesino, legítimo ideológicamente, ignoró irresponsablemente las dinámicas del desarrollo social boliviano.

Los municipios serán el centro y soportes de la acción del Gobierno central en materia de servicios y se necesita restablecer el respeto a la autonomía, y la categoría territorio en sus expresiones de mancomunidades, micro y macrorregiones, y regiones metropolitanas administrando servicios y gestionando desarrollo que se necesitan agregados por economía de escala para que sean sostenibles.

Las políticas de apoyo radical a las regiones metropolitanas y a las ciudades intermedias para que la gente no tenga que irse más lejos a la hora de buscar servicios con centros territoriales que deberán ser nodos de servicios públicos, tendrán en el turismo, como autoestima, tolerancia con el otro y la cadena con más de 20 servicios directos, el mejor de los instrumentos.

Se están configurando ciudades/estados que responden al modo prefederal del desarrollo territorial y que aportarán soluciones inteligentes en los lugares que las necesitan. Se está acabando el tiempo del centralismo, verbal y de conductas reaccionarias.

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