TDAH sobrediagnosticado convertido en epidemia mundial

Ciro Añez Núñez 31/07/2019
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Llama poderosamente la atención que, llegado el siglo XXI, junto con la idea de la sofisticación con mayor tinte comercial (en todo y para todo) también se puso de moda el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en casi todas las unidades educativas del mundo, cual si fuese una epidemia. 

Usualmente, al no tener profesores preparados en entornos no tradicionales, carentes de mentalidad tecnológica, queriendo que todos sus estudiantes presten atención de manera uniforme siendo que estos se encuentran altamente estimulados por los artefactos tecnológicos existentes en el mercado, al no saber manejar la situación muchos optan por etiquetarlos y para evitarse mayor trabajo buscan con total carencia vocacional la manera de desligarse de ellos, bajo la idea de ayudarlos y no perjudicarlos, incrementando a los padres más cargas y gastos: contratación de otros profesores particulares casi para todo, psicopedagogos, diagnósticos, etc., para finalmente sugerir que busquen otras alternativas escolares: que tengan clases más personalizadas, que el número de estudiantes sea más reducido, etc.

Inclusive se pueden dar situaciones extremas de peregrinaje por parte de los padres en búsqueda de escuelas porque resulta que nadie los desea recibir, cual si se tratase de la lepra en la época de la antigüedad.    

El TDAH, al ser tan generalizado de forma extrema, es de suponer que su diagnóstico vaya perdiendo credibilidad o certeza. De allí que el reconocido psiquiatra infantil José Luis Pedreira Massa, explica que existe un sobrediagnóstico de TDAH en el mundo, el cual está causando mucho daño, llegando a afirmar que entre el 50 y el 60% de los niños diagnosticados de TDAH en realidad no lo tiene.

En ese sentido, amerita que acudamos más al sentido común, es decir, en vez de ver al TDAH como una enfermedad (que debido al sobrediagnóstico y en muchos de los casos, hacer uso y abuso de la farmacopea, se llega al grado extremo de convertirlo en una epidemia mundial, donde la letanía de sus síntomas se generaliza descomunalmente) siendo que técnicamente no es una enfermedad. Al respecto, cabe preguntarnos: ¿por qué no etiquetarlas como "condiciones que aún no se sabe exactamente cómo tratarlas", a diferencia de ser condenadas de plano como "condiciones que no se curan"?

De todas formas y de la manera como se viene afrontando en la actualidad el TDAH bajo "condiciones incurables" o no, deberíamos más bien considerar la posibilidad de verlo, a lo mejor, como una consecuencia de una sociedad sobrecargada de estimulación tecnológica sin medir consecuencias, mayor consumo de productos procesados (con mayores niveles de azúcar, edulcorantes artificiales, colorantes de alimentos, etc.) en vez de alimentos naturales, sumado a un sistema educativo caduco y poco proactivo (que no está acorde a la realidad y a las respectivas exigencias que ella trae consigo). Nos guste o no, ya no responde a la realidad porque continúa haciendo lo mismo, saturando de mucha información en la mente sin ningún enfoque significativo ni crítico reflexivo al respecto.

Nadie (en los hechos) llega a usar toda esa información dada durante más de 12 años de encierro escolar. Se trata de un sistema educativo obsoleto, ensimismado en enseñar a todos por igual y luego clasificar a quienes no respondan a sus parámetros o expectativas institucionales, estando más afanados en cumplir sus metas impuestas; olvidando que nada puede permanecer exactamente igual en el tiempo. Es ilógico persistir estático y monótono perennemente, porque de ser así, no habría crecimiento ni progreso en las sociedades.

Por lo tanto, es hora de apostar por un aprendizaje significativo, ligado a las emociones que despierte el interés y la motivación, como defiende Francisco Mora en su libro “Neuroeducación” (Alianza Editorial, 2013) y el papel fundamental de la emociones positivas en el proceso de aprendizaje y enseñanza, así como la participación activa del alumno/a en su propio proceso de enseñanza.

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