Es tiempo de hablar de fraude electoral.
Suponer que el fraude solo es cometido por el Tribunal Supremo Electoral e instituciones análogas sería ingenuidad. Para que un fraude sea efectivo, debe trabajarse con tiempo y aplicarse no solo en las urnas sino en todo lo que esté relacionado con ellas.
La lógica que está aplicando el Movimiento Al Socialismo (MAS), para lograr que sus candidatos Evo Morales y Álvaro García Linera participen en las elecciones y las ganen, toma en cuenta el elemento de la efectividad. No vale la pena arriesgarse si, al final, no consiguen su objetivo cual es el de la reelección, incluso la indefinida.
Entonces, la reelección de Morales no es de este año, ni siquiera del anterior sino que tiene larga data. A poco de asumir el poder, algunos notorios masistas —de los que algunos son actuales ministros de Estado— admitieron que su partido había llegado al poder para quedarse. En ese momento no les hicimos mucho caso pero lo que está ocurriendo ahora muestra que no nos mintieron, por lo menos en eso.
Por lo visto, la reelección indefinida de Evo formaba parte de la estrategia masista y lo que ahora se está haciendo es aplicarla. Sabían que, tras reelecciones consecutivas, la Constitución Política del Estado sería un obstáculo pero todo indica que tenían un plan “B”, e incluso un “C”, para salvarlo.
La estrategia está en curso desde hace meses. El plan “A” era la modificación del artículo 168, que establece que “el periodo de mandato de la Presidenta o del Presidente y de la Vicepresidenta o del Vicepresidente del Estado es de cinco años, y pueden ser reelectas o reelectos por una sola vez de manera continua”, pero como Bolivia dijo no, entonces aplican su plan “B” que consiste en legalizar la candidatura utilizando normas internacionales de manera maniquea. Nos metieron el argumento de que el derecho humano de toda persona a la elección legaliza la postulación del binomio oficialista olvidando que no es lo mismo que el derecho humano de una sola persona a ser reelegida indefinidamente.
Como consecuencia de esa estrategia, un Tribunal Constitucional —cuyos integrantes fueron notoriamente premiados después— decidió, ilegalmente, que el argumento maniqueo estaba por encima de la Constitución y le dio luz verde a la reelección. Luego vino otro tribunal, el electoral, a terminar el trabajo. Lo que hace, ahora, es administrar esa primera parte del fraude, el de la cama legal para que se acueste la candidatura oficialista.
¿Habrá fraude en las urnas? Hay argumentos tanto para un “sí” como para un “no”. El hecho de haber habilitado bolsones de votantes en el exterior solo en los países en los que ganó el MAS da razones para sospechar. Lo mismo pasa con el manejo sospechoso del padrón y tantas renuncias en el Órgano Electoral, las más numerosas de su historia.
Pero, por otra parte, parece que el propio MAS está consciente de que no ganará las elecciones en las proporciones que anuncia públicamente —llegó al ridículo de decir que vencerá con el 75 por ciento— y, por ello, tiene miedo a perder los dos tercios que tiene en el Órgano Legislativo.
Pero este partido no da puntada sin hilo. Si eso pasa, ya tiene listo su plan “C” y su operador político en la confederación de campesinos oficialista ya lo ha revelado: desatarán movilizaciones en las calles para la aprobación de normas.
Por tanto, es evidente que hay un proceso de fraude electoral en marcha, pero este no se limitará —y quizás ni llegue— a las urnas sino que se aplicará en todas las plazas de poder controladas por el MAS.