Las naciones también pueden desarrollar (casi) a plenitud vida íntima intensa. Las múltiples contradicciones (conflictos) que su sociedad desata y enfrenta cotidianamente pueden ser superadas si existe la voluntad plural y colectiva de alcanzar y mantener el bienestar social. ¿Qué es fundamental en este propósito? Un Estado inteligente en su marco legal, un gobierno tan sabio como transparente y práctico. ¿Qué sentido tiene declararse militante ortodoxo de una ideología? ¿Acaso los libros, y sus teorías, se parecen a la vida? Imposible que sean lo mismo. La vida se reinventa a cada instante. Octavio Paz lo dice de varias maneras: “La historia (vida) sigue una espiral sobre el torso del tiempo, una espiral que vuelve sin cesar, y sin cesar se aleja del punto de partida”. La ideología puede ser una guía, quizás, como la religión para los creyentes, pero es insensato intentar y porfiar parecerse a su letra. La China es ejemplo formidable; Venezuela es un ejemplo triste, para los rígidos teóricos de izquierda. Noruega es fabulosa y Australia es lamentable, para gente de derecha. El discurso, las recetas, nunca cumplen a cabalidad con la gente. Algunos pueblos ya esperan como 60 años y su revolución pide más años de sacrificio. Otros, liberales a ultranza, toda la vida: sus miserables están bajo el puente.
La lucha contra el imperialismo debe cambiar de recursos. Es inútil y tonta la facilonga idea de armar bloques de países como si no supiéramos que priman los intereses. Más ingenuo aún pretender liderar movimientos desde la mismísima periferia, lugar que caracteriza a países donde otros no tienen actividad económica. La expulsión del embajador norteamericano (Estados Unidos no tiene nombre, y es difícil nombrarlo), ejercitada tiempo ha por nuestro país, no acarreó consecuencias por esta razón sencilla: cero interés económico. De otra forma, el estrangulamiento gradual estaría en su momento culminante a estas alturas. Sin embargo, se cuenta con numerosos ejemplos de países absolutamente democráticos, con extraordinaria equidad en la redistribución social de su riqueza, con personalidad apabullante, que no piensan en el imperio como la razón principal de sus días. Piensan en su propio desarrollo articulándose con el mundo a través del comercio u otros intercambios. En sus gobiernos alternan socialistas con socialdemócratas, y liberales con hasta ultraderechistas, y el país funciona respetando la ley. La democracia no requiere héroes, sino líderes respetuosos. Los mecanismos de la ley permiten realizar consultas al depositario de la soberanía y actuar en consecuencia. Cuando los políticos se encojen y refugian en la “pepa” de su ideología, se empobrecen. Lo mismo sucede con quienes piensan que el fútbol es todo. No lo es aunque ayude a acompañar la vida. Son ejemplos dispares pero de lo más actuales. Fanáticos de baja o alta intensidad. No nos sirven.
Los bolivianos debemos animarnos a pensar por cuenta propia. Es la única posibilidad que tenemos para abandonar tutelas ideológicas, sesgadas injerencias, asesorías malintencionadas e intervenciones, vengan de donde diablos vengan. Cualquier intrusión pretende llevar agua a su molino, ya lo sabemos. Adoctrinarnos. Catequizarnos. ¿Para qué los necesitamos? Lo que necesitamos lo tenemos diagnosticado. ¿Acaso alguien está en desacuerdo con llevar pleno desarrollo al campo? ¿Acaso alguien echa el grito al cielo porque la gente progresa? ¿O porque recupera su identidad ancestral? ¿O porque las ciudades se organizan y ayudan a vivir? ¿O porque se respeta el hábitat? ¿O por todo lo que significa equidad, pertenencia, ideales, metas y, en sencillas cuentas, felicidad? Nadie, por supuesto. La diferencia y enojo surge cuando los gobiernos, cobijados en la palabrería ideológica, asumen roles mesiánicos, de salvadores del mundo y buscan la perpetuación de sus líderes. ¿En algún momento entenderán que más importante es el desarrollo integral planificado que el culto? Desarrollo material y desarrollo espiritual e intelectual sostenido.
La inmensa mayoría de los jóvenes ha optado por la vida personal y no la pública. Quiero decir que la política no los atrae. No los convoca ni interpela. La estupidez del ejercicio político (retórico, impráctico, corrupto) los ha alejado de esta maravillosa (en esencia) actividad. Ha advertido, todo lo indica así, que la superación constante de su persona no sirve para este oficio de fanáticos o cínicos, y por eso deriva a profesiones liberales u otros oficios. Este es un problema que ya nos concierne a todos. ¿Cómo vivir al margen de la realidad nacional? No es posible ni aquí ni en ningún lado. El país, cualquier país, es nuestro contexto histórico. Bien haríamos aclarando estos varios temas con todos ellos.