Hoy se recuerdan los 48 años del golpe de Estado que luego de cruentos enfrentamientos, particularmente en Santa Cruz y La Paz, culminó con la posesión del entonces coronel Hugo Banzer Suárez en la presidencia de la República. Se inició de ese modo una nueva etapa del ciclo militar iniciado en 1964.
Es importante mantener vivo el recuerdo de este y otros episodios importantes de la historia contemporánea de nuestro país, porque esa es una de las mejores maneras de evitar que los errores del pasado se repitan.
Es necesario recordar que durante los siete años de la dictadura, fueron conculcados los derechos ciudadanos. Se llegó al extremo de que el propio mandatario de entonces instruyó en alguna ocasión a sus seguidores, en un acto público, a eliminar a los opositores porque, al hacerlo, servían al país.
Un segundo factor que hizo posible la relativamente larga duración de ese régimen autoritario fue la bonanza proveniente de los altos precios de las materias primas que constituían la base de la economía nacional. Fue tan buena la situación económica, que no le fue difícil al general Banzer crear y mantener la apariencia de una buena gestión gubernamental a pesar de que, como se pudo verificar después, fue más el derroche que la previsora inversión de esos recursos lo que caracterizó su labor presidencial. A tal extremo que, en cuanto tan favorables circunstancias se modificaron, el desmoronamiento del régimen se hizo inevitable.
Como es fácil constatar a la luz de la historia, el mejor antídoto contra dos males que suelen ir juntos: la tentación del ejercicio monopólico del poder y el gasto descontrolado de los recursos públicos, es la consolidación de las instituciones republicanas concebidas precisamente para poner límites a esos y otros excesos.
Es necesario, por eso, que la memoria de hecho como el que se recuerda hoy, sirva para reafirmar el compromiso con los principios y valores sobre los que se sostiene la democracia. La permanente defensa de las libertades ciudadanas, de los derechos humanos, la vigilancia sobre los actos de los gobernantes y la severidad para evitar que caigan en la tentación de cruzar los límites que les impone el Estado de Derecho son algunas de las condiciones indispensables para estar seguros de que nunca más nuestro país sea escenario de hechos como los que se produjeron hace 48 años.