La mayor prueba de que el planeta se está destruyendo por la acción depredadora del ser humano es el incendio que todavía afecta a la Amazonía, tanto la brasileña como la boliviana, que no fue debida ni oportunamente atendida hace por lo menos dos semanas
A confesión de parte, relevo de pruebas”, es un principio jurídico de validez universal que significa que quien confiesa algo libera a la contraparte de tener que probarlo. Este principio será de gran utilidad cuando llegue el momento de sentar en el banquillo de los acusados a los autores intelectuales y materiales de uno de los peores crímenes de la historia contemporánea.
Nos referimos, claro está, a la serie de acciones criminales que se van tramando para dar como resultado la sistemática destrucción del planeta en el que vivimos. Un crimen de cuya más reciente y visible manifestación, pero no la única, estamos siendo testigos. Crimen que, además, está siendo cometido con agravantes como la premeditación y la alevosía.
La mayor prueba de que el planeta se está destruyendo por la acción depredadora del ser humano es el incendio que todavía afecta a la Amazonía, tanto la brasileña como la boliviana, que no fue debida ni oportunamente atendida, hace por lo menos dos semanas. Es el mayor síntoma pero no el único porque existen otras acciones y omisiones cuya consecuencia son, finalmente, los daños al medio ambiente.
Podemos estar seguros de que serán muchos los estrados judiciales donde el principio jurídico al que nos referimos será pronto aplicado con todo el rigor que conlleva. Podemos también suponer que los que corresponden al sistema judicial boliviano no estarán entre los que más prontamente atiendan el caso, al menos no por ahora, por razones ya bien conocidas. Como no es secreto para nadie, la administración de justicia en Bolivia está notoriamente sometida a los dictados del Órgano Ejecutivo y, en lugar de castigar crímenes, lo que hace es perseguir a sus adversarios políticos. Pero, felizmente y a pesar de la previsible omisión de deberes en que incurrirán los fiscales y jueces de nuestro país, habrá muchos otros que no tendrán reparos a la hora de abrir los procesos que ya se ven venir. Y será así porque, al tratarse de un crimen cuya dimensión trasciende las fronteras nacionales, sus efectos también se pondrán al alcance de cortes internacionales.
Ya son muchas las demandas incoadas, o en vías de serlo, que así lo indican. Y todas ellas tienen bien identificados a los principales encausados. Se sabe que la lista de los convocados al banquillo de los acusados estará encabezada por quienes más directa responsabilidad tienen. Los presidentes de Bolivia y Brasil se destacan entre ellos.
En el caso de Morales, dados los antecedentes del encausado, ya se puede prever que la ignorancia que le suelen atribuir sus defensores será la base de sus alegatos. “No sabía, nadie me informó...” será probablemente la frase que oriente su línea de defensa.
No les será tan fácil eludir su responsabilidad a otros personajes involucrados, sobre quienes recaerá la acusación de haber sido autores intelectuales del delito. Es el caso, por ejemplo, del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro y del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, quienes durante los últimos meses y años se atribuyeron a sí mismos la autoría intelectual de la ofensiva depredadora contra los bosques, selvas y todas las áreas protegidas. Bastará una recopilación de sus más recientes discursos sobre el tema para despejar cualquier duda al respecto, por si todavía hubiera lugar a alguna.