El Gobierno se ha dado cuenta de la gravedad de la situación y ha resuelto suspender su campaña electoral por una semana, cuando debió haber hecho eso hace siete días cuando el Presidente encabezaba una caravana ciclística en Cochabamba
Comencemos por un hecho que solo los oficialistas se atreverán a negar: si no toda, gran parte de la responsabilidad por los incendios que han devastado más de un millón de hectáreas de las selvas bolivianas es de un gobierno central que, en lugar de reaccionar oportunamente, cuando se lanzó las primeras alarmas, siguió su campaña electoral y mantuvo su pose de soberbia incluso en los peores momentos de esta tragedia.
¿Y dónde está la culpa de ese gobierno? En una evaluación preliminar de esta tragedia se puede encontrar que una ley, primero, y un decreto supremo, después, no solo permitieron los chaqueos –es decir, los incendios provocados para liberar parcelas de vegetación y luego volver a sembrar–, sino que también autorizaron que este método de barbarie se pueda usar en parcelas familiares. Esta práctica, que lleva años de ser reprochada por organizaciones ambientalistas, fue justificada por el mismo Presidente, señalando que “si no chaquean, de qué van a vivir las familias”.
Se decía que los chaqueos eran incendios controlados pero la tragedia que se vive ahora demuestra que eso no es cierto. Tomando en cuenta variables como el clima, las condiciones del terreno y otras, estas quemas no terminan cuando los que las provocaron las apagan sino que permanecen encapsuladas hasta el momento en que alguna circunstancia externa las vuelve a encender. Por eso es que se apunta a los chaqueos como los responsables o, por lo menos, corresponsables de los incendios ya que, si otra fue la causa, las quemas empeoraron el cuadro situacional. Empero, y por ahora, cuando la prioridad es controlar los incendios, todavía no se ha determinado a ciencia cierta cuál fue su causa. Lo más probable es que tanto el gobierno boliviano como el brasileño, que también está comprometido con lo que pasa con la Amazonía que forma parte de su país, emitan informes oficiales liberándolos de toda culpa. No servirá de mucho porque no solo gran parte de los bolivianos y brasileños sino de la comunidad internacional los están responsabilizando por lo ocurrido.
Ahora bien, establecida como está la responsabilidad del gobierno boliviano, veamos lo que está haciendo la oposición: como esta circunstancia sobreviniente e imprevista está deteriorando notoriamente la imagen del presidente Evo Morales, entonces está amplificando las críticas no tanto por el dolor de ver arder nuestras selvas sino por un interés evidentemente político.
El Gobierno se ha dado cuenta de la gravedad de la situación y ha resuelto suspender su campaña electoral por una semana, cuando debió haber hecho eso hace siete días, en el momento en el que llegaron los informes de que el fuego había rebasado límites territoriales y el Presidente encabezaba una caravana ciclística en Cochabamba.
Los opositores dicen que es muy tarde y tienen razón pero, de paso, intentan empeorar el cuadro situacional con el afán de socavar todavía más la popularidad del Presidente porque eso les reporta réditos políticos.
En ese afán, algunos de los candidatos han lanzado voces pidiendo que se suspenda cierto tipo de actividades con el fin de mostrar solidaridad con lo que está ocurriendo en las selvas y bosques. Los de esta parte del país apuntan, primero, a las entradas de Ch’utillos, previstas para el próximo fin de semana, y a la festividad de Guadalupe, después. Pero no se trata precisamente de solidaridad o conciencia ambiental, porque su propósito no es ese, sino el menoscabo del partido que aparece detrás de los actos públicos, el MAS, también con presencia en las alcaldías y gobernaciones de Sucre y Potosí.