Significado de “instrumento”

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 07/09/2019
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El “instrumento”, entonces, no es el partido sino el pueblo: instrumento para llegar al poder y permanecer en él

Si de algo sirven los aniversarios, especialmente fundacionales, es para reflexionar no tanto sobre las causas sino las consecuencias de los actos colectivos de los seres humanos.
Hoy, por ejemplo, es el aniversario de la fundación del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), un partido que, en su momento, fue vital para la historia del país pero que hoy es un simple recuerdo. Para la generación del pulgar es menos que eso.
¿En qué radica la importancia del MIR? En que su fundación, un 7 de septiembre de 1971, no fue un acto formal, con mantel blanco y brindis, sino la reacción ante un episodio brutal que había comenzado a vivir el país: la dictadura de Banzer.
Para entender eso, hay que recordar, también, que el golpe del 21 de agosto de 1971 no fue simplemente la toma violenta del poder por parte de los militares, sino la culminación de un proceso que había sido resistido por los sectores populares. 
Como el paro se anunció, desde Beni, los sectores populares tuvieron tiempo —aunque mínimo— para organizarse y salieron al frente de los militares. Entonces, lo que ocurrió en agosto 21 no fue simplemente la captura del poder sino la victoria de los militares sobre las fuerzas populares luego de combates que, de haberse extendido más tiempo, hubieran merecido el calificativo de “guerra”.
Como los militares ganaron, asumieron el papel de vencedores y se ensañaron con los vencidos. Hubo detenciones, clausuras de medios y universidades. Los líderes detenidos eran asesinados y, en el mejor de los casos, desterrados. Tanta era la furia que se había desatado, que muchos optaron por huir del país. 
El mérito de los fundadores del MIR es que se quedaron. Reunidos en secreto el 7 de septiembre en casa de un universitario, decidieron pedirles a los cabecillas visibles de varias organizaciones de izquierda y del centrismo democristiano que, en lugar de salir del país y ponerse a buen recaudo, se queden para organizar la resistencia popular.
Se quedaron y trabajaron para infiltrarse en la mayor cantidad posible de organizaciones, desarrollando una resistencia civil que, ocho años después, desencadenaría la huelga de las mujeres mineras que fue, recién entonces, en 1978, el inicio de una guerra que duraría cuatro años: todas las acciones desarrolladas hasta la entrega del poder por parte de los militares.
El 10 de octubre de 1982, la Unidad Democrática Popular (UDP), de la que el MIR formaba parte, recuperaba la democracia. El MIR había conseguido su objetivo de ser un instrumento de liberación.
Pero nadie se imaginaba lo que pasaría después. Cruzando un río de sangre, pactó con el partido de Banzer y llegó al gobierno con el apoyo de este. Fue la confirmación de que había perdido su norte y, de instrumento de liberación pasó a ser el pasaje al poder.
Han pasado 48 años y el MIR ya no existe. Su antiguo líder intentó retornar al poder mediante el PDC pero solo para confirmar que sus prácticas, consideradas indignas en el pasado, ahora parecen acciones angelicales frente al manejo actual de los partidos.
Y otro partido, que no se forjó en el crisol de la resistencia a la dictadura sino en la defensa de los cultivos de coca, utiliza ahora el término de “instrumento” pero no para la liberación sino para la “soberanía de los pueblos”. Al igual que el MIR, llegó al poder pero por la vía directa. El problema es que se queda porque, según se ha reconfirmado hasta el hartazgo, su propósito no es servir al pueblo sino disfrutar de las mieles del poder.
El “instrumento”, entonces, no es el partido sino el pueblo: instrumento para llegar al poder y permanecer en él.

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