No culpen al mensajero

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 08/11/2019
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Fue Plutarco quien contó, en su “Vidas paralelas”, la historia de uno de los más poderosos reyes de Armenia, Tigranes II, quien, al encontrarse en el apogeo de su gloria, asiló en su reino a Eupator Dionysius, mejor conocido como Mitrídates VI, quien sostuvo las guerras mitridáticas contra la República de Roma.

Tigranes II no sentía simpatía por Roma y, por el contrario, era afín a Mitrídates que, al igual que él, era llamado El Grande. Ocultarlo de los romanos, cuyo ejército estaba encabezado por Lucio Licinio Lúculo, era poco menos que suicida, así que, cuando lo hizo, negó oficialmente la noticia. Si Armenia declaraba formalmente que no asilaba a Mitrídates VI, Roma no podía marchar contra ese reino.

Pero Lúculo confirmó la información y le envió un mensaje a Tigranes a través de Apio Clodio. Le exigió la entrega de Mitrídates bajo amenaza de invasión por parte del ejército romano. El mensaje le provocó varios sentimientos, desde vergüenza por haber sido descubierto hasta pánico por lo que significaba una invasión romana, pero se contuvo apenas en atención al rango del mensajero.

Pero poco después, cuando otro mensajero, uno anónimo y sin rango, se presentó ante él para comunicarle que Lúculo marchaba contra Armenia, Tigranes ordenó que le cortaran la cabeza. 

Tras conocer este episodio, y aplicando la lógica más básica, la pregunta que cualquiera se hace es “¿qué culpa tenía el mensajero?”. Él no tuvo participación alguna en los sucesos y se limitó a llevar la información/comunicación.

Este episodio dio origen a la frase “matar al mensajero” que es el acto o sentimiento de culpar a una persona, o medio, que trae malas noticias en vez de al autor de las mismas. Por extensión, es la actitud de responsabilizar a los medios por las noticias que emiten. 

La ira o frustración que es provocada por una mala noticia suele canalizarse de diferentes modos. Lamentablemente, el sentimiento negativo no se limita al medio a través del cual se transmite la información sino que llega al encargado de elaborarla, el periodista, o bien se engloba al gremio al que pertenece, la prensa.

Desde el más elemental texto periodístico, hasta el más puntilloso docente de Ciencias de la Comunicación, lo que se enseña es que la información es la transmisión de hechos y esta no debe mezclarse con la opinión, que es el parecer de una o más personas en relación a esos hechos. El trabajo de los medios y de los periodistas es informar pero, cuando lo hacen, la gente reacciona contra ellos debido al efecto que la información produce.

Eso ocurre siempre pero su intensidad sube en los conflictos, como el que tiene actualmente en vilo a Bolivia.

Las noticias, los hechos que son informados por los medios y los periodistas son generalmente malas nuevas que causan desazón popular y la gente echa la culpa a los transmisores, a los mensajeros, a quienes decapita moralmente, como modernos Tigranes.

Es preciso que la sociedad entienda el verdadero papel de la prensa, que es una simple intermediaria entre los hechos y el público. Que no le pase lo que a Tigranes que, tras mandar a matar al mensajero, no volvió a recibir más mensajes y esa fue la razón para su caída, y la de su reino con él.

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