La hora de la Policía

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 10/11/2019
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No está demás recordar que la Policía Boliviana estuvo varias veces involucrada en escándalos de magnitud, la mayoría de ellos por acusaciones de presunta corrupción que, para colmo, terminaron confirmándose la más de las veces, siempre en medio de reclamos por sus bajas condiciones salariales y escasas condiciones.

Desde el bullado caso de “la banda de Blas” hasta las revelaciones de pagos para ingresar a la universidad policial, que llegó al extremo de mandar a la cárcel a altos jefes policiales, la institución del orden siempre estuvo en el ojo de la tormenta y, al amainarse esta, se anunciaba cambios con el fin de restaurar su deteriorada imagen.

Cada anuncio se quedó en eso. Hubo intentos que no tuvieron la seriedad suficiente como para permanecer en el tiempo. El último, que fue la consecuencia del escándalo por los sobornos referido en el párrafo anterior, ni siquiera dio paso a un intento porque la campaña electoral ocupó la atención nacional.

La sumisión partidaria que mostraron las más altas autoridades, no solo de la Policía sino también de las Fuerzas Armadas, matizó la relación que los organismos de seguridad del Estado tienen con el pueblo. Generales de una y otra institución, con discurso político expresamente inclinado hacia el lado del partido gobernante, dieron a entender que ellos y su tropa estaban al servicio de este.

Pero los sucesos desencadenados a raíz de las acusaciones de fraude electoral mostraron una realidad más compleja. El primer hecho para el análisis fue el repliegue de los policías después de que una movilización ciudadana rompiera el cordón que resguardaba el edificio del Tribunal Electoral de Chuquisaca. Ese día, policías mujeres protagonizaron una marcha, pidieron paz y advirtieron que no reprimirían a la población. Muchos fueron enviados a Potosí pero algo parecido ocurrió en esta ciudad. El detalle es que allí el retiro de los policías de la custodia del edificio del TED estuvo encabezado nada menos que por su comandante, Williams Villa. Ambos tribunales fueron incendiados.

El comandante de Potosí fue reemplazado al día siguiente por el subcomandante pero la decisión fue anulada por la noche. Villa reapareció públicamente por la noche para decir que se malinterpretó al subcomandante en su anuncio de sustitución. Nadie le creyó, ni él mismo.

El siguiente elemento fue el pago de un estipendio extraordinario de 3.000 Bolivianos a todos los policías. Versiones no confirmadas señalan que el pago fue mayor para los oficiales y para los efectivos de las Fuerzas Armadas. El pago se confirmó y, así, se estaba frente a lo que parecía el mayor soborno en la historia de la Policía Boliviana, uno que ya no estaba destinado a alguno o algunos sino a todos, a la institución entera.

Un tercer elemento, que no es oficial, como es el pago, es el de los variados reportes de que los policías estaban cansados, por una parte, y, por otra, no querían cargar contra la gente porque entre las multitudes se encontraban sus hermanos, sus hijos… sus esposas. Y las cónyuges son el factor determinante de este elemento: sus representantes salieron ante las cámaras para decir que respaldaban un posible motín.

En ese contexto llegamos al viernes 8 de octubre cuando la Unidad Técnica de Operaciones Policiales de Cochabamba se amotinó y lo propio pasó con otras unidades policiales del interior del país. Las autoridades intentaron desvirtuar la versión del motín, pero en la mayoría de los casos los levantamientos fueron expresamente identificados como eso, como rebeliones de la tropa contra sus superiores. En el caso de Tarija, hasta el comandante gritó las consignas de los manifestantes.

Así cerramos la jornada anterior. Solo Dios sabe lo que pasará hoy. R

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