Combino el sustantivo, alimento para ciertos animales, con la primera persona del presente indicativo del verbo pensar, en la primera persona del singular. Quizás no quiera confundir especies, quizás tampoco quiera nada. Lo que creo recordar es que otorgaron a la humanidad ese privilegio de pensar, y que el pienso no se daba a los humanos sino a los animales; aunque el Manco de Lepanto hiciera decir a su Caballero de la Triste Figura que no era posible emprender ningún buen gobierno sin el buen gobierno de las tripas. Para enredos basta esto, ahora a lo que pueda pretender.
Pensar se convierte en lujo esquivo, cada vez más. Las circunstancias pintan que las ideas y las prácticas ya están patentadas y que solo hay que seguir el menú de ofertas, sin la molestia de crear ni darse el trabajo de pensar. Esto se da más en el mundo del ciberespacio, de las nubes. Hasta los influencers quieren apuntarnos un modelo y con ello lucran y les pagamos todas sus payasadas de modelos, que no lo son.
Pensar en regímenes que creen haberlo inventado todo y creen tener la solución para todo es más grosero y sutil a la vez. Grosero porque creen estos fetiches (¿quiero decir fantoches?) dictadores que ellos lo han pensado todo y creado todo a medida, petición y gusto de las ingentes cantidades de masas, hambrientas de la mamadera del papá Estado. Todo el que piensa o quiera practicar distinto o se atreva contra este menú es colonizador, casado con el imperio, pagado por los poderosos, es opositor sin sentido, un amargado, cuando en la realidad la colonización y el dominio lo practican ellos. Para colmo siguen practicando el victimismo, cuando ellos se han convertido en victimadores.
El asunto es sutil también porque so pena de bienestar nos encandilan con manotazos bienestares y discursos de paraíso que no aparecen ni se practican en la realidad. Sin quererlo, y sin merecerlo ellos, les encajamos la cualidad de pensar con tal de que a nosotros nos den el pienso diario, con esto nos someten y dan por supuesto que no pensamos, queremos que otros, los caciques, lo hagan por nosotros; con esto se da la colonización más alienante. A lo sumo, nosotros, pensamos que ellos piensan maravillas que casi nunca se practican.
Lo más humillante de nuestra razón cedida es cuando existe la combinación del ciberespacio y la política y renunciamos totalmente al privilegio de pensar, de proponer y de soñar; esta rebeldía que hizo que los grandes propusieran y “crearan pensamientos” (las comillas son casi una risotada contra quienes cacarean esto en la educación y en la investigación). Renunciar a este privilegio tan humano es como esperar a que alguien prepare pienso para nosotros y que con tal de que nos den el pan cambiante y cada vez más ácimo, es la peor de las humillaciones.
Tenemos derecho al pensamiento, a darnos cuenta de las cosas, a incomodar a más de uno con esto cuando nuestras razones contienen fundamentos y no simples rebeldías de párvulos. Tenemos derecho a proferir más de una idea, iniciativa, propuesta a que todo se nos dé hecho e impuesto en una especie de discurso que solo aprovecha a sus porfiadores y no a todos.
Cuando no pensamos se nos enajenan (esta es una de las definiciones de ideología) las mentes, la patria, los discursos, la familia, las riquezas. En palabras más caseritas, nos maman y solo ellos se agarran la mamadera que dijeron que debiera repartirse entre todos.
Pienso que (con el peligro de recibir una inquisidora sentencia) es aún posible utilizar nuestras molleras más que solo para ponerse el sombrero, la gorra, la montera, el guardatojo, el penacho o cualquier artefacto que va bien como adorno o identidad, pero no como dignidad necesariamente.
Sigo pensando, y con peligro de incomodar a quienes quieren monopolizar este don tan humano, que si no barruntamos más de una idea les daremos a los pavos reales la capacidad de que el pienso con el pensamiento son lo mismo y benefician a las mayorías, cuando nuestras granjas ya son propiedad ajena y se convierten casi en la patraña que describió George Orwell en su 1984.
Para quienes quieren que no pensemos siempre hay una trama funesta detrás, la culpa es siempre de otros y las falencias, del enemigo ¿que piensa? No hay peor enemigo para los fabricantes de pienso que el pensamiento.