Semanas intensas en medio de distintos olores y sabores cotidianos, ciudades que van entrando en un ritmo de temor y tratando de no perder la esperanza. Ahí se nos plantean preguntas urgentes a la cuéntica cotidiana: ¿Qué conocimiento se maneja? ¿Qué es lo más importante? ¿Cuál el real motivo para la destrucción y la violencia?...
Llevo días perdido en lecturas de uno y otro lado, o como diría, ya será por la edad, por la forma de ver la vida, o tal vez ya por temor, lo cual no me preocupa; mi trinchera pasó a ser la lectura, pues como dice Morin: “Nunca hubo tanta información y nunca se supo tan poco del ser humano”.
Encuentro un montón de datos desde un ambiente macro, donde intervienen las grandes potencias, hasta reivindicaciones inmediatas, las cuales dificultan una lectura que identifique a la nueva “Guerra de Dioses” (Lowy), pero que particularmente prefiero llamarle: los nuevos ídolos que viven la tensión entre la posesión de la verdad y la apropiación radical de partes que no admiten discusión, de ahí que: “vivimos una aventura de equilíbrio entre fuerzas de unión y fuerzas de ruptura.”
En este momento es interesante entender que las posturas de apropiación y manifestación de la verdad se encuentran en manos de los “intelectuales orgánicos” los cuales ante la falta de argumentación directa de discusión recurren a imponer la verdad, con una variedad de argumentos, los cuales las más de las veces nos aleja del foco inicial con el cual se partió en la discusión, en una especie de líneas paralelas, para eso los argumentos son de los más variados.
Si el tema es el agua, entonces es más fácil evadir el tema, no tomar en cuenta el punto de partida y de llegada, sino que desde la falacia cotidiana, terminamos discutiendo si la limonada es más rica con agua de la Taquiña o de la montaña altiplánica.
Pero no solo eso, sino que la falta de rigurosidad nos lleva a no entender las razones de la muerte y la opresión, de ahí que desde las ciencias sociales emerge un discurso con tintes religiosos, donde se da la confusión entre tres palabras claves: religiosidad, espirutalidad y Texto Sagrado; son manejados de manera indistinta, lo cual provoca una serie de provocaciones y manipulaciones, que simplemente buscan justificar desde la percepción de lo sagrado la violencia instituida de manera cotidiana.
La palabra religiosidad, que viene del religare (volver a unir lo que estaba roto), se la hace sinónimo de confesionalidad religiosa, es decir de pertenencia a determinada forma de vivir lo sagrado, por ejemplo lo católico, lo cristiano, lo originario, los Nuevos Movimientos Religiosos (NMR), pero el peligro no está ahí, sino en la proyección que se da en lo cotidiano con el criterio de fidelidad al líder, el cual toma características divinas, lo cual es justificado por su entorno, para de esa manera poder manipular e inclusive llevar a la muerte a grupos de personas, esa postura es aprovechada por los que crean ídolos de muerte y opresión, los cuales a su vez elaboran una serie de elementos internos y externos que necesitan de fidelidades, con el fin de “eternizar al Gurú” creado.
La espiritualidad, otro término que es manipulado, ya que desde esa visión se exige actitudes de sumisión al profeta creado, este puede ser el político de turno, como también un autor determinado o una autoridad de turno, es decir la espiritualidad, es en el fondo la vivencia coherente con lo sagrado, pero ella está vista como el criterio de fidelidad, por eso nadie puede discutir sus propuestas, es decir que de la instancia de lo sagrado se pasa a la dimensión de la fidelidad partidaria o institucional.
La última es el libro sagrado, de u n tiempo a esta parte, muchos recurren a mostrar a la Biblia, a intentar mostrar que el libro sagrado es un texto que lleva a la muerte, de ahí que muchos aún sin conocer el texto, eligen la violencia, la destrucción apocalítica y mileniarista de los ejes de la Salvación, para ello no solo hacen lectura fundamentalista del libro sagrado cristiano, sino de textos creados de manera unidimensional para que se pueda rendir pleitesía al gurú de turno.
Ya cerrando podemos decir: hay una sociedad permisiva, donde desde el mínimo esfuerzo y el máximo rendimiento, se permite de todo y se manipula las leyes, los argumentos y por lo tanto en la sociedad del “todo vale”, por ello se debe cuestionar el momento actual, para poder cuestionar la idolatría y falsos profetas del sistema.