El 3 de mayo y un pacto por el turismo

ÁGORA REPUBLICANA Carlos Hugo Molina 21/01/2020
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La ruta electoral está resuelta. El 24 de enero se deberán conformar las alianzas políticas y el 3 de febrero se harán públicas las candidaturas. Sin duda que los tiempos son muy mezquinos y habrá que aprovechar la experiencia adquirida el 20 de octubre para resolver con solvencia las exigencias de nóminas y procedimientos. 

El MAS seguramente insistirá en mantener las consignas que ha intentado imponer, sin éxito, en relación a la coyuntura y a sus candidatos. El desgaste de su estructura, organización y capacidad de reacción, es evidente. Convengamos que la locuacidad vocinglera de su líder no le ayuda mucho y casi le ha significado salir de un segundo país. Si no pedía disculpas públicas reconociendo su torpeza, tendría que haber buscado un nuevo destino en Cuba, Nicaragua o Venezuela, sin las ventajas de la cercanía y el apoyo económico. Tendrá que aceptar que no está en condiciones de una nueva llamada de atención sobre su calidad de refugiado político y que al estar legislado en Argentina, no puede cometer un delito contra la paz, un delito de guerra o un delito contra la humanidad; o cometer actos contrarios a las finalidades y principios de las Naciones Unidas. 

Habrá que recordarle a los militantes del MAS que todo lo que hagan en Bolivia que atente contra la tranquilidad y la paz, será responsabilidad directa de Morales por su calidad de jefe de campaña.

Por el lado de los partidos democráticos, esperaremos que se imponga la madurez de los líderes. No será necesario recordarles que el electorado ya sabe comportarse en periodo de crisis y el voto contra candidatos distractivos, se hará efectivo como el 20 de octubre. Necesitamos un gobierno fuerte para enfrentar la crisis dejada por el masismo.

Y como una forma de hacer un ejercicio, propongo un tema para el debate que puede ayudar a asumir compromisos colectivos entre los candidatos.

La cadena que interviene en el turismo es altamente compleja y tiene que ver con la integración rigurosa de todos sus componentes; el valor de Bolivia tendría que ser el conjunto y no sitios aislados. El trabajo más difícil ya está realizado porque todos creemos que somos turísticos; si logramos convertir esa voluntad en cohesión social acompañada de políticas públicas, se habrá cerrado el círculo. 

En Bolivia, turismo quiere decir autoestima, valoración de lo que se posee, reconocimiento del otro que nos visita, y desarrollo de una cadena económica de base ancha. 

La concertación social es vital. Mientras persista el bloqueo como forma de protesta, seguiremos siendo nuestros principales enemigos. 

Hace falta una campaña nacional de certificación y acreditación de servicios turísticos. Necesitamos crear rutas integrales alentadas desde los municipios, gobernaciones y el Gobierno central, liberando la creatividad e iniciativa privada y social que ocupe su espacio con intereses legítimos.

Las experiencias turísticas que tienen los gobiernos centrales como oferentes de servicios, no son sostenibles. Y finalmente es momento de escuchar a los actores locales, con sus voces, ritmos, saberes y sabores. Lo extraordinario es que todas las instancias públicas territoriales tienen en sus planes de desarrollo un capítulo para el turismo, expresan una voluntad y destinan recursos. 

La pregunta natural es ¿cómo, con ese resultado casi natural, Bolivia no lo aprovecha? La respuesta es la falta de articulación entre los órganos públicos, la falta de empoderamiento de los sitios turísticos en los discursos gubernamentales y la todavía débil construcción del turismo como sistema.

Este es el momento.

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