El 26 de noviembre de 2019, el entonces presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, estuvo en Potosí, visitando a su entonces similar del Comité Cívico Potosinista, Marco Antonio Pumari. La visita, en realidad, se convirtió en una proclamación del binomio que ya había oficializado su participación en las elecciones de mayo con la sigla de Unidad Cívica Solidaridad (UCS).
Pero, en esa fecha, no eran binomio oficial, aunque su lanzamiento se veía venir. Por eso fue que, en la conferencia de prensa que ofrecieron, se les preguntó si serían candidatos y su respuesta fue que lo harían si es que había un frente único que fuera capaz de borrar al MAS de la vida política nacional. También dijeron que no importaba quién iba primero en la candidatura, si Camacho o Pumari.
Los hechos, que sucedieron demasiado pronto, demostraron que los cívicos de entonces no dijeron toda la verdad. Lo primero que se notó por el torpe enfrentamiento provocado por Camacho –con grabaciones y denuncias de por medio– es que él quería ser el candidato a la presidencia así que, finalmente, se impuso ante un Pumari a quien, desde entonces, ha puesto a su sombra.
¿Y en qué quedó el frente único? También en palabras, por una razón elemental: los políticos solo aceptan ser segundos –o, peor, terceros o quedar ubicados más abajo– solo si tienen mucho que ganar y, ante un panorama de muchas candidaturas, la repartija apenas alcanza para que a cada uno le toque un pedazo.
La reunión de ayer, en Santa Cruz, fue un fracaso porque no se formó un frente único. Se dijo que se verá lo que suceda hasta abril y, mientras, cada quién irá por su lado, buscando subir tanto en la preferencia electoral que, cuando se vuelvan a reunir, cada uno diga que tiene la mayor aceptación en el electorado así que pedirán que la unidad se forje en torno a cada uno de ellos.
No es una sorpresa. Este diario lo había advertido ya en dos editoriales publicados los días 27 y 28 de noviembre, justo después de la visita de Camacho. En el primero, titulado “La unidad propuesta”, nos preguntábamos si era posible un frente único para competir con el MAS. Al día siguiente, con el título “La unidad imposible”, nos respondíamos con estas palabras:
“Lo primero que queda claro para cualquier análisis de la coyuntura política es que los políticos nunca trabajan en procura del bien común. Sus intereses son personales, en primera instancia, y partidarios, en segundo lugar. Ellos afirmarán lo contrario, pero también está claro que mentir, y ocultar sus verdaderos propósitos, forman parte de su estrategia.
“No se trata de buenos o malos. En la naturaleza humana prima el sentido de supervivencia y esta es la que determina que cada persona vele primero por ella, y los suyos, y luego piense en los demás. Los políticos no son la excepción. Al contrario… como la naturaleza de su actividad es la búsqueda del poder, harán cualquier cosa para alcanzarlo y eso incluye mentir”.
Como se puede ver, lo sucedido ayer, en Santa Cruz, donde los candidatos se limitaron a firmar un compromiso, que tendrá poco peso, le da la razón al análisis que publicamos el 28 de noviembre.
Y sobre Chi, acertamos de medio a medio:
“Si le sumamos a eso su fanatismo religioso, que le hace creer que es una especie de enviado de Dios para ‘recuperar Bolivia’, entonces entenderemos que jamás formará parte de alianza alguna”, habíamos dicho.
Cumplidas nuestras predicciones, ahora lanzamos una más: si la actual tendencia a fraccionar el voto urbano se consolida, serán mayores las probabilidades de que el MAS aspire al primer o segundo lugar en varios departamentos donde conserva núcleos importantes de electores, con la consiguiente posibilidad –ahora lejana– de controlar la mayoría de la Cámara de Senadores.
Los que no logran la unidad serán los culpables.