Solo lo que se pide, a veces ni siquiera eso

CIENCIA CUÉNTICA César Maldonado (Sinchi Saxa) 05/02/2020
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La educación nuestra tiende a deteriorarse por su menudo incumplimiento contra la educación. El régimen pasado que ideó la 070 con cierto acierto “descolonizador”, productor de conocimiento, envolvimiento de la comunidad, del medio ambiente y de todos los sectores como entes educativos, recuperador, dizque, del conocimiento ancestral y muy cacareante de lo crítico y analítico, terminó convirtiendo a la educación en adoctrinamiento. Su ente rector se hizo sabueso de la doctrina, los sistemas de evaluación, no de la educación que proclamaron el control canino que primó sobre la creatividad y la propuesta novedosa. Hasta sus presumidas leyes contra la discriminación hicieron de algunos colegios más discriminadores, no por gusto de los colegios, sino por defecto de sus normas: zonificación, hermanitos automáticos, estudiantes intocables, hicieran lo que hicieran, reglamentos de admisión que provocaron más trampas que transparencias. Confundieron la disciplina con castigo, el hábito respetuoso y dedicado con dejadez impune.

Este empeño aumentó lo que se proclama como la ley del mínimo esfuerzo, eso sí, del mucho papeleo. Se hizo lo que se pidió, a veces ni eso, porque con este sistema es casi imposible aplazar; que si hubiera un aplazo, se debe presentar toda la documentación que haya conducido a esto, como si la institución educativa fuera culpable, rea de proceso punible. Más aún, muchos padres judicializaron la mediocridad de sus criaturas acudiendo a la ley ordinaria para presentar amparos en contra de las instituciones educativas que se atrevían contra sus “brillantes hijos”. En algunos casos las promociones eran casi por decreto, por la protección, no sé si equivocada del régimen contra la exigencia y la educación crítica, reflexiva, exigente, que no abusiva.

A todo esto puede sumarse el abusivo entendimiento de algunas autoridades educativas que o, por desconocimiento o instrucción, tienden a querer entender dispositivos que no conocen a fondo. Autoridades que para no verse rebasadas en razón y argumentos amenazan con sanciones o con retardos.

Muchos criticaron y quisieron hundir a la educación privada, que mal que bien ha intentado salvar el despropósito adoctrinante, esto se practicó con la hipocresía de que quienes criticaban y menospreciaban a este sistema de educación tienen masivamente a sus hijos y parientes en nuestras instituciones a costos moderados, porque también ejercieron un control canino sobre los costos educativos. 

El lamentable resultado es que la educación pública que debió mejorar radicalmente con el régimen y la reforma educativa se estancó o empeoró, a pesar de sus nuevas infraestructuras que tenían más de estructura colonizadora que liberadora. Esto intentó disimularse con las cuotas de clasificados para certámenes académicos, las cuotas de ingreso a las universidades públicas y otras cosas más que la memoria no me permite nombrar. Los disimulos no siempre hablan de la realidad ni cuentan la verdad.

Si antes nos costaba correr más distancia de la que se nos pedía, ahora menos, con las trampas y las facilidades que el sistema nos ha ofrecido para ser más mediocres, para inventar más pretextos y reclamar derechos que ni remotamente nos hemos ganado. 

La buena educación requiere de sacrificio, de entusiasmo, fanatismo por no hacer sólo lo que se pide en aula, sino ir más allá, proponer, conocer y no esperar que la dejadez sea perdonada por la ley de la evaluación, por la justicia ordinaria que acusará a quienes intentan obrar bien y entender a la educación en su cabal tono de exigencia y excelencia, no en el tono del discurso doctrinal. Lamentablemente, la educación también ha jugado al populismo y un pueblo sin verdadera educación adora al cacique y no ve el futuro más allá de sus narices.

La transición nos encuentra con mucho de lo anterior. Las mismas autoridades distritales y departamentales, en mucho siguen asomados a la letra de la norma no al espíritu de la educación.

Esperemos que tantos años de sueños de pesadilla no hayan dañado definitivamente a una generación que pudo, consecuentemente, ser la agente del cacareado proceso de cambio. Nos han convertido en agentes que odian la esclavitud y la norma severa, cuando en la realidad amamos a la esclavitud y soñamos con que se nos diga lo que debemos hacer. Así de esquizofrénicos nos han hecho, así de desvalidos nos ha hecho la educación que pudo ser liberadora y descolonizadora, sobre todo las importaciones y rediseños del conocimiento y de la sabiduría. Lamentablemente, parece que nos ha visitado un proceso de cambio chatarra.

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