La campaña que tiene el propósito de mostrar al gobierno de Jeanine Áñez como ilegal ha subido de tono. El hecho de que la presidenta haya decidido ser, también, candidata, ha suministrado insumos a aquellos que se han alineado con la teoría del golpe de Estado.
Entre las voces que más fuerte se ha escuchado está la de Diego García-Sayán, exministro de justicia del gobierno transitorio del presidente Valentín Paniagua y ex canciller del de Alejandro Toledo, ambos de la vecina y hermana República del Perú. Con esos credenciales, García-Sayán tiene una columna en el influyente diario El País, de España, y su último artículo, titulado “Bolivia: tortuosa transición”, intenta hacer una análisis de lo que está pasando en la política boliviana.
El artículo afirma que “el gobierno transitorio de la señora Jeanine Áñez debía haber concentrado sus energías en organizar una elección transparente y democrática, pero no es eso lo que está haciendo”. No vamos a cuestionar el aserto de que Áñez se equivocó al candidatear, porque así lo pusimos en un editorial, pero no estamos de acuerdo con que se cuestione la cualidad democrática de las elecciones de mayo.
Tan democrático es –hasta ahora– el proceso electoral, que incluso el MAS, el partido que cometió el mayor fraude electoral en la historia de Bolivia, participa como si nada hubiera pasado, como si esas elecciones no hubieran tenido un alto costo institucional y económico del que nadie se está haciendo cargo.
Resulta más que evidente que las personas que se ponen a analizar el caso boliviano, entre las que figuran periodistas bolivianos que viven en el exterior del país, se concentran en las fallas de un gobierno que sigue siendo transitorio, y no lleva ni medio año en el poder, pero parecen olvidar todos los atropellos a la democracia que se cometieron durante casi 14 años en el dilatado gobierno del MAS.
Y si alguien dice que eso forma parte del pasado y ahora hay que pensar en el presente, es suficiente ver lo que pasa con la candidatura masista para saber dónde se encuentra el autoritarismo y la falta de respeto a la democracia.
El MAS está consciente de que necesita adaptarse a la coyuntura y quiso democratizarse. No llegó al extremo de cambiar dirigencias pero, por lo menos, tuvo la decencia de convocar a una gran reunión nacional que se realizó en Huanuni, donde se aprobó una candidatura. A Evo Morales, que vive con holgura en Buenos Aires, le importó poco lo decidido e impuso a sus elegidos.
Pero no paró ahí la cosa. Pensando primero en sus intereses, y no en los de su partido ni mucho menos en los de la Patria, decidió inscribirse como candidato a senador con el confeso propósito de obtener inmunidad frente a posibles juicios en su contra. Esa fue, también, una decisión suya que aplica mediante la imposición.
Y, en general, las listas del MAS reflejan las decisiones del todopoderoso “jefazo”. Sus propios militantes, los que viabilizaron la salida a la crisis de noviembre, se quejaron de que los marginaron por poner como candidatos a los radicales. ¿Dónde está la democracia?
Los que hablan de dictadura y golpe de Estado no toman en cuenta esos detalles por una razón: actúan en función a intereses políticos. García-Sayán mismo, que en su artículo perora sobre una supuesta “persecución política”, tiene una posición que influye no solo en lo que escribe sino en lo que hace. Es miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la misma que, ignorando el devastador efecto del fraude electoral, se ha puesto del lado de Evo Morales y ha amplificado la teoría del inexistente golpe de Estado.