Errores ajenos

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 14/02/2020
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El refrán “no hay mal que dure cien años” tiene una excepción: la mediterraneidad boliviana que comenzó un día como hoy, hace 141 años. 

El 14 de febrero de 1789, tropas chilenas ocuparon Antofagasta. Aunque el gran pretexto para esa acción fue un impuesto de 10 centavos a cada 100 kilos de nitrato exportado por la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta (CSFA), que nunca llegó a pagarse, la verdad es que la ocupación del territorio boliviano era un objetivo que Chile tenía desde antes, prácticamente desde los tiempos del surgimiento de las nuevas naciones sudamericanas.

La invasión chilena fue planificada con anticipación y el impuesto se convirtió en un burdo pretexto para ejecutarla. Chile ocupó militarmente el territorio boliviano, sin declaración de guerra previa, y mientras lo hizo cometió una serie de tropelías, incluyendo el incendio de todo un pueblo que, por eso mismo, se llama San Pedro de Quemes.

Pueblos incendiados y saqueados, cientos de muertos, desplazados y mujeres violadas. Ese es apenas un punteo de lo cruel que fue la invasión iniciada en una fecha como hoy.

Y, una vez que Chile logró ganar el conflicto –gracias al apoyo externo, de Inglaterra, y al interno, de los políticos bolivianos prochilenos– le impuso a Bolivia vergonzosas condiciones para el armisticio. Ese fue el origen de los tratados, incluido el de 1904, que ahora Chile defiende a rajatabla. Esa acción criminal solo puede compararse al allanamiento de una vivienda por parte de delincuentes que ingresan por la fuerza, golpean al dueño de casa, violan a las mujeres y se llevan sus bienes pero, antes de hacerlo, encañonan al dueño con una pistola obligándole a firmar un documento en el que él afirma que cede sus posesiones a sus atacantes.

Este 14 de febrero es recordado en Bolivia de forma muy diferente a lo ocurrido en los dos últimos años. En 2018, para esta fecha, el gobierno de Evo Morales había desplegado su aparato propagandístico mediante la elaboración de banderas marítimas en todo el territorio nacional. Incluso se desplegó una sobre un camino con el fin de que su longitud sea incluida en el libro Guinness de los récords. El ambiente era prácticamente festivo porque estaba próximo el fallo de La Haya y el país entero estaba seguro de que sería favorable a Bolivia, por la justicia que contenía su demanda.

Sin embargo, la decisión de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) demostró que los tribunales son lo mismo en todas partes del mundo y no restituyen derechos arbitrariamente arrebatados, como es el caso del Litoral boliviano. El fallo fue a favor de Chile y hundió a Bolivia en la mayor incertidumbre sobre su acceso al mar desde tiempos de la guerra que nos lo arrebató.

Por eso, hace un año, en 2019, prácticamente no hubo conmemoración. El silencio en el que se cayó fue la demostración de que, en efecto, habíamos sido derrotados.

¿Por qué falló la CIJ en contra de Bolivia? Entre las muchas teorías que se manejan está la política. Si la Corte Internacional de Justicia le daba la razón a Bolivia, Morales hubiera podido ganar las elecciones de octubre sin necesidad de fraude, algo que no deseaba una comunidad internacional sabedora de cuánto había avanzado el narcotráfico bajo su gobierno. 

La CIJ no tomó en cuenta los antecedentes históricos del caso y ese fue el mayor de sus errores. Su fallo no hizo justicia sino todo lo contrario. 

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