Se conoce como mercado persa el lugar donde se concentran comerciantes que establecen varios puestos y que ofrecen una diversidad de productos, donde se puede comprar desde comida hasta artefactos electrónicos. Por tanto, no es exagerado decir que toda nuestra ciudad se ha convertido en un mercado persa.
Lo peor de todo es que este mercado no está alejado del centro histórico, sino que ha invadido hasta las aceras que de hecho son de superficie muy inferior a la que requieren los pobres peatones. Por ello, ya dijimos que los visitantes, en esta ciudad, practican el turismo de aventura porque arriesgan sus vidas al caminar ya que tienen que hacerlo por las calzadas y cruzar sobre las cebras que no respetan ni conductores ni peatones.
Es fácil darse cuenta de la complejidad del problema donde la gente tiene que ingeniárselas para ganarse el pan del día y nadie puede ser escéptico a semejante problema social, pero si se deja que las cosas sigan al ritmo que van, sin tomar acciones realmente efectivas, el problema será peor cada día.
Si la ocupación del espacio público es un delito, lo peor que puede pasar es dejar que todo el mundo haga lo que quiera, como ocurre desde hace muchos años, porque no se ejerce el principio de autoridad, lo que puede empezar a cambiar ahora que hay buenas señales porque las nuevas autoridades municipales están demostrando efectividad.
En todas las ciudades bolivianas se ha generalizado el problema y, en todas, se han tomado algunas acciones, pero no en la nuestra. Si no se logra disminuir la proliferación de vendedores, por lo menos hay que hacer esfuerzos para evitar que aumenten, lo que no se hace por falta de permanente supervisión.
Ninguna acera en Sucre es suficientemente ancha para colocar sillas y mesas, pero hay importantes avenidas en las que propietarios de inmuebles inescrupulosos han colocado techos de calamina plástica sobre el espacio de acera que corresponde a su fachada, para improvisar comedores populares que después se vuelven permanentes. Basta recorrer los lugares próximos a avenidas importantes como la Estados Unidos o áreas cercanas a la Escuela Normal para citar dos ejemplos de los que obviamente hay muchos.
La avenida Hernando Siles, la cuadra de la expeatonal y las cercanas al centro, son la prueba más contundente de la gravedad del problema porque, además, las tiendas amplían sus espacios hacia las aceras agravando el difícil desplazamiento de los peatones que se ven obligados a utilizar las calzadas, lo que aumenta el peligro de accidentes incrementando, además, las causas del caótico tráfico vehicular.
Bolivia es un país desordenado y Sucre no es la excepción. Al contrario, es la que menos ha hecho por cambiar su imagen aun consciente de su fortaleza para atraer turismo, pero no se pueden dejar las cosas como están. Es necesario tomar medidas que existen y que se han sugerido para beneficio de la ciudad y de sus habitantes.