En 2003, Roberto Calasich estrenó “Faustino Mayta visita a su prima”, una teleserie al estilo de “La bicicleta de los Huanca” que fue pasada al formato de 35 milímetros para exhibirse como película.
Aunque no alcanzó la fama de su predecesora, la cinta tuvo éxito en la Paz y fue exhibida en Buenos Aires. No llegó a otras ciudades.
El argumento de la película es sencillo: Fidencia es una joven cholita que vive en un pueblo del altiplano de La Paz. Tentada por las maravillas que le cuentan sus amigas, decide emigrar a Buenos Aires sin imaginarse lo que le deparaba el destino. Una vez en la capital argentina, es reclutada por “el Gordo”, un supuesto instructor de taekwondo, cuyo verdadero negocio es la producción de prendas de vestir a través de la explotación a bolivianos.
Aunque la película es una comedia, encierra una verdad ahora conocida por todos: la explotación de bolivianos por bolivianos en los talleres textileros de Buenos Aires.
Periódicamente se informa sobre allanamientos a talleres en los que bolivianos, muchos de ellos menores de edad, trabajan en condiciones de esclavitud. Esos operativos son la consecuencia de una desgracia: aquel incendio en un taller de Caballito, en Buenos Aires, que costó la vida de seis personas, incluidos cuatro menores de edad, en marzo de 2006.
Pero mientras en Argentina ha surgido la conciencia de que se debe mejorar la situación de los bolivianos que trabajan en los talleres textiles, no se puede decir lo mismo dentro de nuestras fronteras.
Con cierta periodicidad, las radioemisoras de Potosí y Tarija difunden avisos pagados en los que se solicita personal para trabajar en Argentina.
Hasta donde sabemos, no existe control sobre esos avisos así que, más allá del afán inquisidor de las emisoras que los reciben, no se conoce de la legalidad de ese reclutamiento de personal.
Por la vecindad que estos dos departamentos tiene con Argentina, ese país sigue siendo uno de los destinos de los campesinos que deciden migrar en busca de mejor destino. Debido a ello, el control de las autoridades debería ser mayor al que se ejerce actualmente.
Irónicamente, la institución que más se preocupó sobre este tema fue el Consulado de Argentina en Villazón, cuando su titular era Reyna Sotillo. Fue precisamente ella quien denunció que existe una mafia organizada dedicada al tráfico de niños hacia Argentina.
El trabajo de la representante consular no fue continuado por quien le sucedió y eso, sumado al poco interés de las autoridades bolivianas, determinó que los esfuerzos queden en solo eso.
En la película de Calasich, Fidencia es rescatada por su primo Faustino y hasta se casa con su explotador. En la vida real, la explotación de bolivianos por bolivianos en Argentina no es una comedia sino un drama que fácilmente puede convertirse en una tragedia como la de Caballito.
A las autoridades del MAS no les importó demasiado ese asunto porque se dedicaron a convertir la embajada boliviana en un apéndice de ese partido. El nuevo gobierno poco ha podido avanzar en el tema.