En una campaña electoral normal, tendríamos que estar discutiendo lo que se demanda en una elección: el enfoque ideológico, la profundización de las reformas sociales, el fortalecimiento de la democracia multicultural. Si bien los tres elementos están implícitos en la incipiente y todavía desabrida campaña, la preocupación mayor está en el restablecimiento de la gobernabilidad democrática y la legitimidad de la gobernanza. Bajo un ropaje demagógico que subordinó la eficiencia a la continuidad a cualquier precio de su proceso, el MAS puso a prueba los cimientos de nuestra vida en comunidad.
Esta situación nos está llevando a que la preocupación mayor no sea el número de candidatos existentes, ni el pedir que aquellos que tengan menos opciones, "pongan en blanco sus candidaturas". El electorado sabrá discernir, una vez más como lo hizo el 20 de octubre, hoy, con más experiencia.
La preocupación está en que el MAS y sus aliados internacionales siguen todavía haciendo de las suyas mientras la política discurre entre debates inexplicables; es como si ya estuviese vencido definitivamente al sector más reaccionario del masismo, cuando no es así. Las primeras encuestas han puesto en evidencia el poder del adversario.
En ese escenario, algunos temas están esperando ser profundizados aunque se los toca con vergüenza: 1) administración estatal federal; 2) gestión territorial de regiones y ciudades, y 3) economía competitiva, con desarrollo económico local. Estos aspectos involucran, en su desarrollo, a la vida cotidiana de la gente.
Todavía está encubierta la responsabilidad de Evo Morales, Álvaro García Linera, Nemesia Achacollo y los que pasaron por el Fondo Indígena, en el abandono de las áreas rurales y el desprecio, más allá del discurso, de los habitantes del campo. Si bien el proceso migratorio era inexorable porque es una tendencia mundial, resulta más difícil enfrentarlo al haberse vestido al Estado como originario indígena campesino. Y aunque persiste la mentalidad y se exprese en muchos y riquísimos modos culturales, la gente ya vive en ciudades y eso significa modificar radicalmente hábitos de costumbre y economía. No se trasladan los modos de producción del campo a la ciudad y las habilidades y capacidades que se necesitan son diferentes.
Evo y su gente serán históricamente responsables de no haber hecho bien la tarea rural cuando eso fue lo que ofrecieron. Hoy "su gente" ya vive en áreas urbanas... y en el 2032, el 90% viviremos en ciudades.
Simultáneamente al desconocimiento de los procesos migratorios, irrumpen la Bolivia urbana, las ciudades intermedias, las regiones metropolitanas; realidades que fueron obviadas y cuyas consecuencias, hoy, debemos enfrentar. Quizá este aspecto se sienta más fuertemente en Santa Cruz. Aquí ya está Bolivia a pesar de que muchos en el occidente no lo aceptan. Y Bolivia seguirá viniendo, a pesar de quienes en el oriente quisieran resistirse. Poniendo los datos en proporciones comprensibles, si los 11 millones de bolivianos viviéramos hoy en el departamento de Santa Cruz y no quedara nadie en los otros 8 departamentos, seríamos solo 30 habitantes por km2. Haití tiene 395. Japón, 337. El Salvador 316. Cuba 103. Costa Rica, 98. México, 63...
Queda claro que la dimensión del debate es otra. Lo dijo alguien que sabe, Fernando Calderón Gutiérrez, hace muchos años: "si le va bien a Santa Cruz, le va bien a Bolivia".
Estos temas nos atropellarán el 3 de mayo y serán la tendencia de los próximos cinco años. Tiempo que deberá ser enfrentado con la responsabilidad necesaria para reconciliarnos con el futuro. Futuro que durante 14 años ha sido puesto en duda.