¿Candidato al Premio Nobel o al premio limón?

PAREMIOLOCOGI@ Arturo Yáñez Cortes 09/03/2020
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Un antiguo premio Nobel de la Paz ha propuesto al fugado, nuevamente, como candidato al Premio Nobel de la Paz 2020. Por supuesto que como toda persona, el Sr. Adolfo Pérez Esquivel es libre de pensar y proponer lo que le venga en gana, así a gran parte del resto de los mortales no nos quede claro si a la vista del sangriento y temible currículum de su postulado, se trataba de una jodita para su paisano Tinelli o es que lo propuso de a de veras.

Si estamos ante el último supuesto, habrá que decir que le salió el tiro por la culata pues, inmediatamente al postulante y postulado le han retwiteado una ola de trinos haciéndole recuerdo y/o informándole de los cruentos récords de su pupilo pues, nadie medianamente informado de la realidad plurinacional podría obviar que durante su régimen, todo lo que ocurrió en su Estado obedeció a sus designios, más allá que no haya ejecutado directamente los sistemáticos hechos luctuosos producidos cuyo resultado alcanzó a 89 muertos (sin contar heridos, etc.).

De ahí que fuera una omisión digna de algún otro premio, por muchas simpatías ideológicas existentes, obviar que su jefazo y Cía tuvieron un grado inocultable de participación –sea por acción u omisión- en por ejemplo, las masacres de La Calancha (2007); Las Américas (en ella, por si acaso confesó arropado por su jefazo Chávez haber dado la orden para perpetrarla); la del Porvenir (2008) o Huanuni (2006) sin contar los maltratos perpetrados por su guardia pretoriana en Chaparina a sus “hermanos” campesinos (2011) o los infligidos a los discapacitados (2016); el asesinato del estudiante Jhonatan Quispe en El Alto (2018) cobardemente encubierto por su Ministro Canicas; la muerte de su Vice Ministro Illanes (2016) y así sucesivamente, hasta totalizar 89 muertos durante su gobierno que degradó en régimen de 14 años. Todo ello, pese a que había prometido el 22 de enero de 2006: “El nuestro  va a ser un Gobierno sin muertos” y hasta que: “al primer muerto me voy”. No sólo se quedó sino que intentó dolosamente quedarse for ever.

Pues bien, las personas medianamente informadas sabemos perfectamente de aquella sangrienta realidad y más allá de interesantes discusiones sobre autoría directa o mediata, acción u omisión, cabría sólo remitirnos a la regla más elemental de la investigación formulada en sentido que lo primero que hay que indagar para dar con el autor de un crimen, radica en establecer a quién beneficia lo ocurrido. 

De ahí que su nueva postulación al Nobel de la Paz quedó como una broma de no sólo mal sino pésimo gusto. Más allá del pequeño gran detalle –lo que constituye otra prueba más del dislate– que fue formulada tardíamente (el plazo hábil para postulaciones habría vencido ya el pasado 31 de enero de 2020), lo que parece demostrar, pues resulta inaudito que un premiado por la casa ignore también aquel detalle, es que se trató de un intento bastante burdo de revivir la muy, pero muy deteriorada imagen del jefazo, por parte de personajes que gozando aún de algún prestigio, hacen prevalecer sus anteojos ideológicos, frente al sentido común. Una suerte de aunque sea, contentarle con el premio limón ya que tratándose del Nobel, lo único que se lograría sería al papelón.

Ya pasó con el Maestro Zaffaroni a quien no se le puede negar su enorme contribución a la doctrina de las Ciencias Penales, pero que inmoló ese su prestigio denotando su desconocimiento de la Constitución y realidad boliviana, hasta extremos absurdos. Seguramente no serán los últimos intentos para intentar esconder su pescotis flagrante del fraude electoral, lo del MIT/Washington Post/Monkey Gage acaba también de explotarles en la cara, por lo que cabrá restregarles con aquello de Von Mises: “Si ellos siguen repitiendo sus mentiras, nosotros tenemos que seguir repitiendo la verdad”.

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