Todos los informes sobre el caso señalan que Oruro no bajó la guardia así que el único caso positivo de coronavirus que tuvo después de tres semanas de silencio epidemiológico no es atribuible a sus autoridades sanitarias.
Los reportes oficiales traen detalles interesantes de los que se puede rescatar hasta tres hechos llamativos:
El primero es la existencia de una feria de venta de alimentos en Sevaruyo, una población ubicada en la provincia Eduardo Abaroa. Por las fechas en que produjo el contagio, entre el 25 al 27 de marzo, sabemos que esta feria se realizaba en días hábiles, que generalmente son los admitidos para la apertura de centros de abasto. Resta saber si en ese lugar, donde se vende fundamentalmente papa y quinua, había el mismo control que en las ciudades, con el parámetro de los últimos dígitos de la cédula de identidad y la exigencia de medidas mínimas de bioseguridad como el uso de barbijos.
En segundo lugar está la presencia de forasteros en la feria. Los informes dicen que a esas ventas acudieron personas de Argentina, Chile y Potosí; es decir, todos ajenos al lugar, Sevaruyo, e incluso al municipio, Santuario de Quillacas. ¿Cómo llegaron potosinos hasta allá? ¿Cómo lo hicieron los extranjeros? ¿No hay controles en sus lugares de origen? ¿No se estaba controlando el ingreso de personas a Sevaruyo?
Y, finalmente, está el comportamiento del infectado. Se sabe que, cuando sintió los primeros síntomas, acudió a un centro de salud y, cuando se le planteó la necesidad de internación hospitalaria, se negó de plano. Lo llevaron al hospital cuando el deterioro de su salud ya era más evidente. Le tomaron las muestras para saber si tenía coronavirus pero la muerte llegó antes que el resultado.
Como podemos ver, en torno a este caso fatal existe una serie de circunstancias con un denominador común: violación de la cuarentena que fue impuesta en el país para evitar más contagios de covid-19.
A estas alturas, cuando quedan pocos días para la fecha que se puso como limite a este confinamiento casero, el gobierno nacional ya se está planteando la necesidad de ampliar la cuarentena, por lo menos hasta fin de mes. Los médicos insisten en que la única medida eficaz contra la propagación del coronavirus es la distancia social, garantizada por el encierro domiciliario. La pregunta es ¿qué tanto vale la pena ampliar esa medida cuando los reportes de incumplimiento también son el común denominador de esta emergencia sanitaria?
No es necesario que en nuestras ciudades tengamos ferias destinadas a determinados productos para que la gente salga a las calles con el pretexto de comprar alimentos.
Lo que se ve en la mayoría de los Departamentos es que la gente sale simplemente a caminar u otros menesteres que no son precisamente el abastecimiento y, cuando son apercibidos por fuerzas del orden, se enojan y hasta se resisten al arresto. Y esta conducta no toma en cuenta los casos extremos en los que hay grupos de personas que desafían abiertamente la cuarentena por motivos políticos.
La cuarentena ha significado paralizar el aparato productivo. El daño que le estamos haciendo a la economía es enorme. ¿Vale la pena mantener la medida si es que la conciencia no ha terminado de persuadir a la ciudadanía de que debe cuidar su salud y la de su familia?
Si la medida se amplía, será necesario un control más estricto con el fin de que aquella alcance la eficacia que todos queremos.