Sucre ya está casi tres semanas sin nuevos casos de contagio de coronavirus. Es un logro impresionante y una muestra ejemplar de la seriedad que han asumido autoridades, cuerpos de seguridad y población en la contención de la enfermedad. En mi opinión, es tiempo de que Sucre deje de lado el miedo y sea también el ejemplo en la suavización de la cuarentena, pensando en la sobrevivencia de las personas que viven de los ingresos del día y cuya situación es cada vez más complicada, pero manteniendo los elementos esenciales para combatir la pandemia: evitar aglomeraciones, reducir movilización de personas, distanciamiento social y la responsabilidad individual. Planteo algunas ideas basadas en las buenas prácticas actuales y que podrían ser consideradas para una aplicación paulatina.
Los servicios esenciales, mercados y tiendas de abarrotes podrían ampliar sus horarios, manteniendo el horario continuo. Esto distribuirá mejor el acceso del público y disminuirá la aglomeración.
Se podrían incrementar los días de circulación, por ejemplo dos días por semana. Con la mayor apertura de los servicios, no se incrementaría la aglomeración. Ya no habría que restringir la edad máxima para la circulación, a la vez que se debería informar ampliamente de los riesgos para los mayores e indicarles que se trata de su propia responsabilidad. Ellos no son factores de mayor contagio, sí en cambio son más vulnerables.
Se podría permitir paulatinamente el transporte público de buses, con una persona por asiento, y de taxis con un pasajero sentado en el asiento trasero a la derecha, el lugar más alejado del chofer. La circulación podría ser según la placa de los vehículos, dos números por día. Cualquier infracción sería de responsabilidad del chofer y castigada con la retención del motorizado hasta el final de la cuarentena.
Los mercados móviles, muy acertadamente organizados por la Alcaldía, podrían ampliarse en frecuencia y en lugares. Los gremios de comerciantes deben organizarse para participar en ellos y usar métodos estrictos de higiene y distanciamiento, con castigo de no participación. Parte de los comerciantes podrían dejar sus puestos en mercados fijos, dejando a estos con más espacio libre. Debe haber información de precios y, en lo posible, facilidades de pago digital.
En el Mercado Central ya se aplica un control estricto de entrada, evitando aglomeración, y lo mismo se hace en los supermercados. Una práctica que debería obligarse en todo mercado fijo y móvil.
Se podría permitir la apertura de más sectores productivos: talleres (de microempresarios), tiendas fuera de las zonas de mercados, construcción, pequeña artesanía, trabajadores a domicilio. Un criterio sería que no atraigan mucha afluencia de compradores y que sea responsabilidad de cada uno el mantener la debida distancia, higiene y controlar la entrada del público y, en su caso, de trabajadores a domicilio.
A mediano plazo, habría que pensar en medidas para descongestionar los mercados: Quizás un real cambio de esta crisis sea la innovación de canales de distribución de alimentos más dispersos, más cerca del consumidor, con más higiene y control, y también con facilidades de pago digital. Es un gran reto para los gremialistas y autoridades el lograr estas mejoras en el futuro, para lo cual la actual práctica ofrece un gran aprendizaje.
Otro reto a mediano plazo es la mayor digitalización de pagos, ya que el manejo de dinero es una fuente importante de contagio. Hay que experimentar su uso en mercados y transporte público, con creatividad e involucramiento de los sindicatos y de profesionales de la informática.
Sigamos con la cuarentena, pero avanzando y pensando en los que necesitan de sus ingresos diarios. Obviamente, siguen siendo de suma importancia las medidas sanitarias: control y desinfección en las entradas a la ciudad, testeo, seguimiento de casos, tratamiento, etc., así como la campaña de Quédese-en-casa.