Tratamiento para covid-19

Carlos R. Zárate-Bladés 08/06/2020
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Estamos enfrentando el más grande desafío de los últimos 100 años debido a una enfermedad infecciosa: la covid-19. Su impacto ha superado al SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) y MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio).

Por la rapidez en que puede ocasionar la muerte, puede decirse que deja atrás a las “asesinas en serie”: VIH/SIDA y Tuberculosis. ¿Cómo esto es posible? La capacidad de transmisión del nuevo coronavirus es muchísimo mayor que los microorganismos responsables de las enfermedades citadas. Además, pacientes que desarrollan covid-19 severa necesitan de asistencia mecánica para respirar y que puede presentarse pocos días después de la infección. Esos elementos (capacidad de transmisión y comprometimiento de la capacidad respiratoria), dan a la patología un perfil particularmente dramático, pues se trata de una nueva enfermedad, con cero casos en el mundo hasta cinco meses atrás y, por tanto, con muchísimos aspectos aún desconocidos, incluyendo un tratamiento específico.

Básicamente, los protocolos de tratamiento de casos internados con covid-19 pueden incluir, entre otras drogas, a: 1) antibióticos: dirigidos contra ciertas bacterias (los virus no son bacterias), que podrían propagarse por el estado debilitado del paciente con covid-19; y 2) Anti-inflamatorios: usados para disminuir efectos asociados a la respuesta inflamatoria que está presente en una gran variedad de patologías y que, en la covid-19, puede ser muy intensa. En otras palabras, ambos tipos de medicamentos están destinados a evitar otras infecciones en el paciente y a disminuir síntomas, pero no a eliminar el virus directamente.

El problema es que circula un verdadero bombardeo de tratamientos que escuchamos por las redes sociales, algunos con cierto atractivo por ser impulsados por algunos líderes políticos (hidroxicloroquina: Donald Trump en los EEUU y Jair Bolsonaro en Brasil) o incluso por algunos médicos, o ¡hasta por dentistas! (ivermectina). Los hay inclusive aquellos fruto de “revelaciones divinas” (sulfametoxazol/trimetroprim) o del “sentido común” (¡gárgaras de sal o hasta ingerir detergentes!). Todos no pasan de recomendaciones irresponsables de personas que, aún con diplomas universitarios, no pueden ser llamados de profesionales, puesto que desconocen por completo lo que significa “evidencia científica”, o de políticos sin sentido de responsabilidad social, que creen que su opinión hará que el virus se torne susceptible al fármaco de su elección. Las consecuencias negativas ocasionadas son inestimables.

El tratamiento específico de mayor esperanza hoy en día, es decir que ataca directamente al virus, es el anti-viral remdesivir. Esta droga es usada en el tratamiento del ébola, otra infección viral. La evidencia científica (ahora sí) viene del estudio de más de un millar de casos entre pacientes de covid-19 y 2 controles, publicada el pasado 23 de mayo en una de las más prestigiosas revistas del mundo (1). El estudio muestra que el remdesivir es capaz de reducir el tiempo de internación en cuatro días. Parece un efecto modesto, pero implica la interrupción del desarrollo de la enfermedad, acortamiento del periodo de contagio, reducción de costos al paciente y al sistema de salud y liberación de camas de hospitales. No es una droga desprovista de efectos secundarios y solo puede ser administrada en los hospitales. El uso de plasma es otra opción racional, sin embargo, exige centros especializados y tiene grandes limitaciones para ser aplicado en masa, por lo que lo analizaremos en otra oportunidad. Así, esfuerzos para aumentar la presencia del remdesivir en el mercado nacional (y de otras drogas que puedan surgir pero con verdadero respaldo científico), reducir su costo para el ciudadano común y hasta para producirlo localmente, son esperados de gobernantes y de gestores de salud responsables, que demuestren saber diferenciar evidencia científica de especulaciones.

(1) Beigel et al., Remdesivir for the treatment of covid-19 – Preliminary Report. The New England Journal of Medicine. Mayo 22, 2020.

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