Si nuestras autoridades no reaccionan y actúan de inmediato, sin dejar pasar ni un solo día más de los cuatro meses que ya se perdieron, la tormenta epidemiológica, que ya comenzó a azotar a Sucre, alcanzará dimensiones catastróficas. Y si no son capaces de afrontar la situación, es mejor que lo admitan honestamente y no jueguen con la vida de los bolivianos: en ese caso, deben ceder su lugar a quienes puedan tomar decisiones y obrar con la determinación que este momento dramático exige.
Se aplazaron todos. El Gobierno nacional, la Gobernación de Chuquisaca y el Municipio de Sucre. Luego de cuatro meses de cuarentena, declarada para planificar y organizar el sistema hospitalario y médico, lo que hoy tiene Sucre son 24 camas de internación para pacientes covid-19 (10 en el hospital Santa Bárbara y 14 en el San Pedro Claver de Lajastambo). Poco más de 20 camas para una población de 300 mil habitantes no es solo inadmisible, sino insultante.
Con excepción de la Caja Nacional de Salud, el resto de las cajas privadas tampoco se prepararon adecuadamente para este momento, y todas aquellas personas que requieren atención hospitalaria y médica, o que no puedan tratar la enfermedad en sus domicilios, se encuentran en total desamparo. Ese sufrimiento es mayor día que pasa y en la misma proporción exponencial con que crecen los contagios.
¿Dónde está el señor Gobernador, si es que existe porque tendría que estar a la cabeza de esta emergencia? Y los asambleístas departamentales, a más de poner obstáculos y demorar decisiones de altísima urgencia, ¿qué están haciendo? Todos ellos parecen haberse conformado con designar a las autoridades del Servicio Departamental del Salud (Sedes) para dejarlas, en los hechos, libradas a su suerte, lo mismo que a toda su estructura de contención epidemiológica.
¿Cómo es posible que el Sedes tenga que andar suplicando y peregrinando por recursos que la Gobernación y la Alcaldía –recursos que sí tienen– deberían facilitar con absoluta agilidad y de manera concurrente para aliviar el impacto de la pandemia?
¿Qué espera el Municipio para habilitar y organizar los hospitales de segundo nivel de manera que reciban y atiendan a los pacientes covid? ¿Acaso terminó su tarea abriendo la Villa Bolivariana y contratando, a última hora, uno que otro hotel como centros de aislamiento, o administrando cuarentenas y encapsulamientos?
¿No han comprendido, todavía, que en las casas y en las calles hay personas que sufren y mueren sin recibir auxilio ni asistencia médica?
Del Gobierno nacional es poco o nada lo que podemos esperar en los días críticos que están por venir. Su gestión de la pandemia fue desacertada desde un comienzo. Es imperdonable todo el tiempo desaprovechado durante los meses de la cuarentena rígida. Ahora, a la ineficacia gubernamental tenemos que añadir la decisión del Movimiento Al Socialismo (MAS) de activar todo su aparato partidario con el evidente propósito de desestabilizar y convulsionar el país. En el régimen transitorio, falta de reacción e incapacidad; en su principal opositor, egoísmo e irresponsabilidad. ¿Será que alguien puede hacerles reflexionar? ¿Qué más están esperando?, ¿que la pandemia acabe por devastar poblaciones enteras?
La ciudad de Sucre –que concentra más del 90% de los contagios en el departamento– necesita habilitar, con suma urgencia, más camas en los hospitales, aquellos que están bajo administración del Sedes y, particularmente, los que dependen del Municipio. En aras de la salud de los chuquisaqueños, Alcaldía y Gobernación tienen que hacer un paréntesis en sus diferencias políticas y partidarias y ponerse a coordinar estrechamente medidas de emergencia.
Están obligadas a hacerlo ahora. No hay más tiempo que perder. Los infectados con cuadros severos y críticos van en aumento día tras día, ante la indolencia y la inacción de quienes deberían estar tomando decisiones y ofreciendo soluciones inmediatas.
El argumento de que el sistema de salud pública ha colapsado es la fácil justificación de la ineptitud de autoridades políticas y administrativas que no supieron planificar, en su debido momento, lo que todos veíamos venir.