¿Y el Sur va por más centralismo?

Editorial Correo del Sur 29/09/2020
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En los tres departamentos del sur de Bolivia (Potosí, Chuquisaca y Tarija), probablemente los más afectados por el centralismo, las encuestas parecen indicar que la preferencia del electorado se concentra, paradójicamente, en los dos principales exponentes de esa lógica centralista de administración del Estado, independientemente de sus amplias diferencias conceptuales, políticas e ideológicas.

Una elección como la que tendrá lugar en Bolivia el 18 de octubre representa, entre otras cosas, una oportunidad para reiniciar el país y volver a comenzar a través del ejercicio del derecho al voto. Elegir nuevas autoridades plantea elegir, también, nuevas visiones de gobierno y de país y, eventualmente, cambiar el curso del destino nacional hacia una ruta más conveniente que la que se está siguiendo.

No obstante, y por todo lo que representaron los catorce años de la hegemonía política del Movimiento Al Socialismo (MAS), el actual proceso electoral parece haberse reducido a la simple interpretación de unas pocas encuestas para inducir la decisión final del electorado con el único propósito de cambiar unas fichas por otras, pero siempre en el mismo tablero del juego que no es otro que el del centralismo.

Y al parecer, para los principales actores de ese juego, la conducta de las distintas regiones de Bolivia y del ciudadano promedio debe seguir siendo la de una mascota que se acomoda debajo de la mesa para esperar, sumisamente, que el amo le alcance sus sobras.

Pero si una elección debe utilizarse para un cambio de ruta, son varias las regiones del país que deberían apuntar no solo a un cambio de rostros sino, fundamentalmente, de visión de país para cambiar sus propios destinos.

Desde su fundación, en 1825, Bolivia se maneja bajo un sistema centralista de gobierno. Se le da tanta importancia al manejo del país desde un lugar en específico, la sede del poder central, que incluso se tuvo que librar una guerra para fijarla en una ciudad distinta a la de la capital.

Lo cierto es que, desde entonces, los destinos del país son decididos con políticas centralistas, entre cuyas prioridades no se encuentran el secular abandono y marginamiento de departamentos como Chuquisaca o Potosí. No por otra razón se hizo popular el dicho de que “Dios está en todas partes, pero atiende en La Paz”.

Solo una región trabaja para liberarse de la carga del centralismo, Santa Cruz. Los cruceños consiguieron introducir en la actual Carta Magna su exigencia de las autonomías departamentales, precisamente por el hartazgo hacia el modelo centralista.

Pero fue el mismo centralismo, en ese entonces representado por el MAS, el que se encargó de armar un entramado legal que hizo impracticable el modelo autonómico, para seguir manejando las cosas desde un solo lugar, La Paz, incluso bajo una visión autoritaria y con rasgos anacrónicos de retorno al pasado.

Estamos frente a un proceso que ya no tiene retorno. La gravitación de Santa Cruz, no únicamente económica sino también en la vida política de Bolivia, crece de manera irrefrenable de la mano de toda la región oriental.

Al Sur, que es probablemente la región más afectada por el centralismo, no parece importarle esa reconfiguración política y económica del país. Más al contrario, pareciera haberse resignado a un papel de simple espectador desde la inercia y la resignación de su atraso.

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