Después de las elecciones del 18 de octubre en las que resultó ganador Arce con amplia ventaja, en los sectores que impulsaron otras candidaturas ha cundido el desaliento y la bronca por los resultados.
Inmediatamente se ha recurrido al fácil expediente de indicar que ha habido fraude, sin que nadie explique en qué consiste o cómo se dio. Esta salida denota una falta de autocrítica en los perdedores, que más bien deberían mirar hacia dentro de sus organizaciones y evaluar si su estrategia fue la adecuada de tal manera que se evite que la ciudadanía saque conclusiones con orientaciones erróneas.
En esa línea han empezado a circular en las redes y se ha promovido una vigilia en las puertas de la 8ª División del Ejército en Santa Cruz y otras unidades militares en el país, pidiendo la intervención de las Fuerzas Armadas para que se constituya una Junta de Gobierno Civil, Militar, Policial y Campesino, para evitar que se consume el fraude.
Esos irresponsables están convocando a que se dé un golpe de Estado que había sido erradicado del comportamiento político en Bolivia en la línea reabierta por el señor Morales Ayma el pasado año; él, ante su incapacidad y frente a la fuerza insurreccional de la población, que lo obligó a renunciar a su cargo, acudió al libreto de que había sido depuesto con un golpe de Estado. Argumento similar al de su homólogo Gonzalo Sánchez de Lozada que, en octubre de 2003, dijo exactamente lo mismo.
Este reiterado discurso ante la derrota recurre al fácil y escandaloso expediente del golpe de Estado, ignorando deliberadamente las razones que provocaron la expulsión del poder por el pueblo de los gobiernos ineptos o autoritarios, o se niegan a entender las motivaciones que tuvo el ciudadano de inclinar su preferencia por un determinado candidato y no por otros.
Sea cual sea el resultado de las evaluaciones reclamadas, en ningún caso se debe alimentar golpe de Estado alguno, venga de donde venga, porque resulta que a la democracia, que es lo que finalmente queremos construir e institucionalizar en Bolivia, no se la defiende y, peor aún, no se la impone con un golpe de Estado. Es imposible que ambas formas concilien sus propósitos con ideas antitéticas.
El golpe de Estado es una de las formas más perversas de demoler la democracia, por lo tanto creer que va a reponerla con sus principios y valores, en respuesta a un supuesto fraude, es un acto de desesperación o de estupidez extrema.
Quien en su desesperación alienta la idea del golpe, termina por ser un tonto útil favoreciendo a la consolidación del nuevo gobierno porque en estas manifestaciones tendrá el argumento para frenar cualquier pedido de las FFAA y de la Policía que en octubre del pasado año se pusieron al lado del pueblo provocando una purga en su interior y rearmando los mandos con oficiales afines al nuevo gobierno. Y los ciudadanos que en su buena fe están en las calles, molestos por los resultados, serán presa fácil de la persecución judicial, de la que ya tenemos una dolorosa vivencia en el pasado inmediato.
Entonces un golpe de Estado es antidemocrático y en lugar de restituir y fortalecer la democracia, la afecta al grado de contribuir a la reposición de un régimen autoritario que puede reproducir los momentos que vivimos durante 14 años.
La respuesta a la victoria electoral de Arce no es fomentar y, peor aún, adscribirse a un golpe de Estado, sino recurrir a medidas democráticas desde la resistencia civil hasta esforzarnos en ganar las elecciones departamentales y locales próximas evitando los errores cometidos por las candidaturas presidenciales cuyas estrategias, como el voto útil o unidades sobre la base de afectar el derecho de los otros candidatos, terminó por beneficiar al ganador.
La situación es muy delicada. Los bolivianos estamos fraccionados en dos fuerzas: una, con estructura, programa y liderazgo propio, y otra desperdigada, sin estructura ni liderazgos ni programa. Es esto lo que deben resolver quienes quieran conducir y liderar la oposición al MAS alejándose de cualquier ventura antidemocrática o utilización infame de los que ya sabemos.