Ministerios y capacidades

Editorial Correo del Sur 15/11/2020
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Cuando el Ministerio de Culturas y Turismo fue eliminado, en junio de este año, este diario se sumó a las voces que reclamaron por esa medida que, según dijo la presidenta de entonces, JeanineÁñez, debía ser temporal.
Ahora, con otros rostros en el Órgano Ejecutivo, todavía no se sabe cuál era el concepto que el fallido gobierno de transición tenía sobre el adjetivo “temporal”. Desde la infeliz iniciativa pasaron más de cinco meses, equivalentes al 41 por ciento de su gestión, y el ministerio de marras no fue repuesto. Le tocó al nuevo gobierno decidir su rehabilitación.
Durante el tiempo que se polemizó sobre su cierre, fue mayoritaria la cantidad de personas que respaldaron la medida. Como el gobierno justificaba su decisión con la necesidad de ahorro, mucha gente no creía necesario mantener abierto un ministerio que, a su juicio, no era tan necesario como los demás. Craso error. El Ministerio de Culturas y Turismo era el que manejaba las relaciones del Estado boliviano con las instituciones internacionales del área, como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés).
La relación con la Unesco es importante porque es la que viabiliza el acceso a programas de financiamiento —o al financiamiento mismo— de proyectos culturales o con fines culturales. A eso hay que agregar que ciudades declaradas patrimonio de la humanidad, como Potosí y Sucre, son las que necesitan mayor coordinación directa con aquella.
La administración de Áñez no consideró nada. Ordenó el cierre y punto. Su intento de ahorrar fue ridiculizado casi inmediatamente, cuando se conoció el escándalo de corrupción por la compra de respiradores con sobreprecio que, hasta ahora, no ha merecido castigo. Así, veíamos un gobierno oscurantista, capaz de cerrar el Ministerio de Culturas, pero incapaz de frenar a los ladrones que se cuelan en el aparato del Estado.
Ahora, el Ministerio de Culturas ha vuelto, pero no con las características que tenía antes de su desaparición. Trae consigo a la descolonización, que no es entendida a cabalidad por el MAS, y, para colmo, con un nombramiento sorpresivo, el de la dirigente de la confederación de mujeres denominada Bartolina Sisa, Segundina Flores, como la titular de esa cartera de Estado.
Aunque todavía no hubo posesión, y la supuesta designada ya habló señalando que no será nombrada, el masismo se encargó de distribuir gráficos con la fotografía de Flores y su trayectoria cultural: dirigente de las “Bartolinas”; es decir, según la información del propio partido gobernante, ese es el único mérito de la señora. 
Es muy probable que esta persona sea poseedora de vastos y diferentes saberes, que la ponen en ventaja respecto de otras, pero, como apuntamos arriba, el Ministerio de Culturas debe tratar directamente con instituciones internacionales del área así que su titular debe ser una persona que, además de conocimientos, tenga una consistente formación que no solo esté respaldada con títulos académicos sino, además, con publicaciones que lleven su nombre.
Los ministerios son, al final de cuentas, instancias técnicas de administración así que es deseable que sean encabezados por gente formada para ese fin. Es cierto que el título no hace a la persona, como demostró el nuevo ministro de educación, pero, por lo menos, es la certificación de idoneidad que extiende el propio Estado boliviano.
Por ello, aunque parezca cliché y suene redundante, el ministro de educación tiene que ser, nomás, una persona educada —y con buena ortografía— mientras que el de culturas tendría que estar bien cultivado. Y con “cultivar” no nos referimos a coca.
 

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