El Gobierno nacional ha implementado sus primeras medidas económicas destinadas a reactivar la demanda agregada de la economía. Entre las más importantes están el bono contra el hambre, el incentivo al turismo y el impuesto a la riqueza. Todo indica que la administración Arce optó por una estrategia gradualista. En la opinión pública, había la expectativa del lanzamiento de un paquete económico y social más amplio e integral. Por el momento, no hay medidas de shock.
La estrategia del gobierno busca crear una post verdad, también, en economía. Se afirma, machaconamente: Primero, que la economía boliviana estaba muy bien hasta octubre del 2019 y segundo, que la crisis comenzó en este último año producto de la mala gestión del gobierno y en menor medida, de la pandemia. Por lo tanto, la estrategia de la política pública es reencaminar el modelo primario exportador y comercial. Todo volverá a la vieja normalidad cuando el Estado recupere su presencia en la economía.
Otra lectura de la realidad económica es que enfrentamos una crisis estructural. Estamos frente al agotamiento del patrón extractivista, vigente hace 185 años, que se agravó con el covid-19 y la cuarentena. Por lo tanto, las soluciones deben ser más profundas. El desafío está en adoptar políticas de reactivación de corto plazo, pero que, al mismo tiempo, pavimenten la salida paulatinamente de la dependencia de los recursos naturales y transiten a una economía basada en el capital humano. Es decir, apostar a un desarrollo inclusivo, productivo, verde y digital.
En el primer domingo del último mes del año de la peste, me permito sugerir algunas ideas para el debate para construir una nueva normalidad. Medidas de corto plazo para garantizar estabilidad y crear empleos de calidad e inversión pública para crear un desarrollo inteligente.
La estabilidad financiera y del tipo de cambio constituye un patrimonio nacional. Por lo tanto, Estado y sociedad debemos contribuir para su equilibrio. A partir de enero del próximo año termina el periodo de diferimiento de créditos tanto para personas como empresas. El gobierno determinó que se vuelvan a pagar los préstamos, abriendo la posibilidad de renegociación y reestructuración de las deudas. Es un buen comienzo. Pero dada la profunda de la crisis recesiva que se vive, ciertamente muchos sectores tendrán enormes dificultades para volver a pagar sus préstamos.
Aquí urge trabajar por el lado de la oferta creando fondos públicos/privados de apoyo a los sectores más afectados como ser minería, construcción, servicios gastronómicos y turismo. Claramente se deben priorizar los actores más golpeados. El énfasis debería estar en la micro y pequeña empresa. Por ejemplo, se podría impulsar un programa de apoyo a la vivienda social y verde, permitiendo que las personas puedan utilizar sus recursos de los fondos de pensiones hasta un 10%, para el pago inicial (pie) para la obtención de un crédito inmobiliario. Así mismo, se debería crear un programa, con el apoyo de las universidades, para la recuperación y transformación del sector gastronómico en Bolivia. Los programas de apoyo a estos sectores deberían estar condicionados a que estos emprendimientos implementen proyectos de transformación digital y energética.
Es muy importante que todos contribuyamos para que el tipo de cambio se mantenga fijo y estable. El nivel de reservas internacionales, si bien han bajado en los últimos años significativamente, aún se mantienen en 5.000 millones de dólares, lo que equivale a cinco meses a seis meses de importaciones. Sin embargo, urge que en los próximos meses Bolivia tenga capacidad de generar más divisas. Aquí, por supuesto, es clave programas de apoyo a nuestras exportaciones, especialmente, las no tradicionales. También habría que buscar estabilidad, y tanto continuidad como mejores precios e ingresos en los contratos de gas con Brasil y Argentina.
Asimismo, es muy importante contar con una política de endeudamiento externo amplia. Si bien la deuda externa ha aumentado en los últimos años, aún se sitúa en torno al 30% del PIB. Existe un espacio para seguir recursos de afuera. Aquí habrá que ver cuán pragmática puede ser la política económica internacional. Por ejemplo, el FMI emitirá moneda internacional, a través de los derechos especiales de giro, por 500.000 millones de dólares. ¿Aprovechará Bolivia estos recursos que, como todo indica, no tendrán condicionalidades leoninas como en el pasado?
También es necesario aprovechar la liquidez internacional que existe en los mercados privados. Bolivia podría emitir bonos soberanos, de preferencia conseguir fondos verdes. Perú, por ejemplo, consiguió préstamos privados a 100 años plazo y a una buena tasa de interés.
A nivel local, para aumentar y reforzar nuestras reservas internacionales se debería incentivar los depósitos en dólares, eliminando el ITF y ofreciendo mejores tasas de interés. Se puede atraer capital nacional que está, en billetes, en el “Colchón Bank”.
La inversión pública debe jugar un rol central en la reactivación económica, en especial, si también impulsa la iniciativa privada. Es conocido su impacto multiplicador, especialmente, en infraestructura. Esta inversión pública debería concentrarse en el sector salud (red de atención primaria) y en la construcción de internet de alta velocidad de acceso público en colegios, universidades, bibliotecas y hospitales.
Asimismo, la inversión estatal podría concentrarse en la creación de infraestructura verde y de energía alternativa. Por ejemplo, paneles solares en barrios populares y energía eólica en el área rural y ciclo vías, en ciudades planas. En La Paz, pintar todas fachadas de casas de las laderas, de manera colorida como el barrio Chualluma, podría ser una inversión pública que beneficie al turismo, las zonas populares, los artistas y la construcción. Con 100 millones de dólares se podrían beneficiar 20 barrios.