USA, democracia resiliente…

PAREMIOLOCOGI@ Arturo Yáñez Cortes 11/01/2021
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Cuando los movimientos sociales de Donald Trump irrumpieron violentamente en el Capitolio para intentar impedir el simple trámite administrativo de certificar el resultado de las elecciones hacia la posterior inauguración de la gestión presidencial de su oponente Joe Biden, con el papelón mundial que ha generado, han aparecido voces agoreras que proclaman negrísimos nubarrones para la democracia del, por ellos, denominado imperio.

Convengamos que en todo lugar se cuecen habas y que todas las democracias tienen sus luces y sombras sin que existan sistemas perfectos, más sostengo a la luz de esos acontecimientos que pese a todo, al papelón transmitido en vivo en directo al orbe causando el asombro de muchos –aquí lo vimos frecuentemente con las tomas del Congreso ordenadas por su jefazo– e incluso el beneplácito de otros, que ese sistema democrático ha dado sobradas pruebas de resiliencia.

La resiliencia si bien es un término que proviene de la psicología consistente en la capacidad que tienen las personas o las sociedades, para hacer frente a las adversidades y, transformarse para superarlas y salir fortalecido, radica principalmente para mi gusto en que las personas están plenamente conscientes que somos arquitectos de nuestro destino, huyendo de aquella mediocre lógica de contentarse con la fácil victimización y la deplorable tara para contentarse con echarle las culpas a otros, sin construir soluciones. En el plano político, requiere de un alto grado de integridad de sus actores.

En el caso concreto, luego de unas horas del inocultable caos, incluyendo sensiblemente víctimas mortales, la institucionalidad norteamericana recuperó el control y, finalmente terminó la sesión aprobando el evidente triunfo desechando los dislates del pésimo perdedor, incluyendo votos conformes de varios de sus partidarios, muchos de los cuales incluso recularon de sus iniciales propósitos. También por supuesto hubo autocrítica: "Así es como se disputan los resultados electorales en una república bananera, no en nuestra república democrática” " (dixit, George W. Bush), el único exmandatario republicano vivo.

Veamos además otros hechos vinculados que me permiten fundar aquella resiliencia + integridad: Días antes, salió a la luz la grabación de una llamada –establezca las coincidencias con estos lares– de Trump al Secretario de Estado –de su partido, por si acaso– de Georgia Brian Raffensperger, por la que le presionaba para “encontrarle” 11.780 votitos, que le hubieran permitido hacerle ganar la votación en ese estado. La respuesta del funcionario, muestra un alto grado de integridad: con educación, mandó a rodar al jefe. ¡¡¡Acuérdense de los vocales de aquí!!!

Todas las demandas judiciales presentadas por Trump y sus partidarios para revisar los resultados electorales, fueron rechazadas por el sistema judicial norteamericano incluyendo su Tribunal Supremo, integrado por varios de los magistrados designados durante su gestión. ¿Se acuerdan de sus masistrados del horror que aquí, le inventaron su “derecho humano”? Hoy los actuales, siguen grotescamente cuidando aquel esperpento, sin resolver las varias peticiones de nulidad, desde el ante año pasado.

En la mañana de los hechos, Trump presionó públicamente por la red del pajarito azul a su Vice –Mike Pence– que conduciría la sesión legislativa, para que le meta no más y rechace la certificación electoral, reiterando que nunca concedería su derrota. La respuesta de su vice, mediante un comunicado, fue ejemplar: “La Constitución me impide reclamar una autoridad unilateral para determinar qué votos electorales deben contarse y cuáles no”. Esito sería todo. Acuérdense del rol que aquí tenía el anterior VP… 

Al final del día, además de la inevitable certificación electoral, el instigador se ha misileado en sus pies, al extremo que ha quedado prácticamente abandonado hasta por sus propios partidarios republicanos –salvo algunos fanáticos–, no tuvo más que ensayar algún reculazo e incluso, se alista en su contra un impeachment –parece que el tiempo no alcanza– y/o la aplicación de la 25º enmienda que de prosperar, impediría su eventual candidatura en las próximas elecciones. Ha lastrado definitivamente su gestión, asegurando su salida siguiendo la receta del populismo, así sea teñido de gringo: “El populismo es una degeneración de la democracia, que puede acabar con ella desde adentro” (Mario Vargas Llosa).

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