Un corte de energía eléctrica afectó ayer a buena parte del sur del país. La primera reacción de los afectados —que somos la mayoría de los habitantes de las regiones que sufrieron el apagón— fue culpar a las empresas proveedoras de energía eléctrica, pero, es bueno saber que estas no siempre tienen responsabilidad en este tipo de contingencias.
Servicios Eléctricos Potosí S.A. (Sepsa), Servicios Eléctricos de Tarija (Setar) y la Compañía Eléctrica Sucre S.A. (Cessa) fueron inmediato blanco de quejas; justo a la hora del corte, mucha gente estaba viendo un partido de fútbol, así que, al menos en esos casos, la molestia se tornó virulenta. Pero, esta vez, la culpa no era de esas empresas.
Los fenómenos meteorológicos de este domingo tuvieron diferentes efectos y uno de ellos fue el corte de energía. La explicación preliminar es que un ventarrón por la zona del chaco tarijeño hizo caer las líneas de alta tensión y provocó una interrupción en el sistema interconectado nacional. Incluso, se dijo que la falla habría sido localizada en la subestación Punutuma-Potosí.
Como siempre que ocurren imprevistos como estos, las cosas retornaron a la normalidad en diferentes tiempos. La energía volvió luego de una hora, en algunos lugares, y en otros tardó más de dos. El primer efecto visible fue la ausencia de electricidad para el uso de electrodomésticos. Fue cuando, una vez más, vimos que de nada sirve estar interconectados a nivel mundial mediante una red que llamamos internet cuando un apagón nos puede sacar del aire.
Los seres humanos hemos desarrollado las comunicaciones de forma tan extraordinaria que, hace solo diez años, nadie podría creer el alcance que una sola persona puede llegar a tener ahora con el mero hecho de encender una computadora u operar un teléfono móvil. De hecho, la noticia sobre el corte de electricidad fue difundida por las redes sociales, mediante internet, en cuestión de segundos.
Si vamos más atrás en el tiempo, encontraremos que las comunicaciones constituyen una fortaleza de nuestros tiempos. En el pasado, cuando ni siquiera se había inventado el telégrafo, una noticia tardaba años en recorrer el planeta, incluso siendo muy importante. La llegada de Cristóbal Colón a América, por ejemplo, seguía siendo una noticia en algunos lugares del mundo conocido incluso diez años después de haber ocurrido.
Pero la capacidad que tiene la humanidad para comunicarse, tanto de manera física como inmaterial, no ha podido resolver debilidades como, por ejemplo, la excesiva dependencia de la electricidad. Una persona puede tener al alcance todas las formas de comunicación posibles pero, si se queda sin energía eléctrica, la mayoría de sus equipos se convertirán en objetos inútiles. ¿Cómo es que países como el nuestro no pueden superar hasta ahora, en pleno siglo XXI, los efectos que causan los fenómenos meteorológicos en el tendido eléctrico?
Si uno pregunta lo que pasa en otros países, la respuesta más común es que los apagones ya son cosa del pasado. El suministro de energía eléctrica es constante y, por ello, los cortes son muy raros, tanto que, cuando ocurre uno, se convierte en noticia nacional. Esa es la situación de normalidad en casi la totalidad de países de Europa y en la mayoría de Asia, África, e incluso en América.
Los habitantes del sur, donde los apagones no son la excepción, sino una odiosa recurrencia, tenemos derecho a preguntarnos qué fue lo que hicieron los países en los que esos cortes son tan raros. Obviamente, las respuestas varían de país a país pero, en México, la respuesta es que la distribución de electricidad se ha privatizado.
En general, el servicio es considerado como tal y procura alcanzar calidad. Y la calidad es sinónimo de utopía en muchas ciudades bolivianas.