Si los dos meses de inacción en lo técnico, y repetición en lo político, fueron insuficientes para tener una idea de lo que será por lo menos el primer año de Luis Arce en la presidencia de Bolivia, los escépticos pueden esperar los 100 días tradicionales para el primer balance que –aseguramos desde este espacio– no va a cambiar sustancialmente.
La primera línea del argumento de Arce tiene nombre y apellidos: Jeanine Áñez Chávez. No importa lo que vaya a pasar en Bolivia, porque la gran culpable de todo será ella. El discurso presidencial –no solo el del viernes, sino el que maneja en general–, está marcado por el anterior gobierno.
En ese marco, todo lo que pasa en el país es por culpa de Áñez o del “gobierno de facto”. Si ahora tenemos más casos de covid-19 que en el año pasado es por culpa de ella, porque no previno por este lado, o por este otro. Por tanto, los contagios son a consecuencia de ella y su “nefasto régimen” porque, si no hubiera irrumpido en un momento de nuestra historia, los casos de la peligrosa enfermedad estarían controlados; los hospitales abastecerían, pues los enfermos no serían tantos que rebasen su capacidad, y no habría necesidad de un nuevo confinamiento. Es más… el discurso masista, que no se hace oficial pero se repite en las redes sociales, es que fue Áñez quien trajo el virus al país, para poder controlar mejor a la gente. A partir de ahí, tanto ponerse barbijo como saludarse con el codo –y, peor aún, declarar un nuevo confinamiento– parecen medidas que Añez asumiría, y no el MAS, así que se lo va a reservar hasta que la cantidad de casos explosione, y mejor si eso no ocurre. Por eso es que hay tanta resistencia en el gobierno a declarar una nueva cuarentena rígida que, en buen español, sería un nuevo confinamiento.
La prueba de lo que afirmamos está en el discurso que el presidente Arce pronunció con motivo de un nuevo aniversario del proyecto político que el MAS desarrolla en el país con el nombre de “proceso de cambio”. Al hablarle ayer al país, el gobernante dijo que la situación del país está mal porque el 10 de noviembre de 2019 se produjo un golpe de Estado –no simplemente una ruptura del orden institucional, sino una toma violenta del poder que implica el cierre de todos los demás niveles de gobierno– y, a consecuencia de semejante suceso, todo lo avanzado en casi 14 años de gobierno masista, con Evo Morales a la cabeza, se detuvo en seco e incluso ha retrocedido. Por tanto, lo que está pasando en el país con la segunda ola del coronavirus, y lo que vaya a pasar, no son una consecuencia de una falta de previsión del gobierno central sino, simple y llanamente, la irrupción del gobierno de Áñez.
Al centrar su discurso en eso, Arce no está tomando en cuenta el detalle de que, para ser tal, un golpe de Estado no solo debe sacar del poder a un presidente sino, también, copar todos los demás niveles de gobierno, comenzando por el Poder Legislativo y terminando en la última alcaldía. Como todos sabemos, tanto la Asamblea Legislativa Plurinacional, con mayoría y directiva masista, siguieron funcionando, al igual que todas las gobernaciones y alcaldías del país.
No hubo golpe de Estado, pero el discurso oficialista necesita que no solo se lo declare como tal, sino que así quede para la historia. Así, Evo Morales y Álvaro García Linera aparecerán como las víctimas de un complot que se apoderó del país, pero fue recuperado por las fuerzas populares mediante el voto. Como cabeza de un gobierno golpista, Áñez tiene que ser señalada como la culpable de todo lo malo que pase en el país. Es más… si un meteorito cae en alguna parte del planeta, seguramente será su culpa.
Entonces, no se trata de gobierno, sino de discurso. Y, mientras, la gente se muere por el covid-19.