Según la Real Academia de la Lengua Española, aguantar tiene múltiples significados: sostener, sustentar, no dejar caer. Por ejemplo, el Gobierno boliviano no pudo sostener el crecimiento de la economía boliviana. En el 2020, el producto interno bruto (PIB) decreció en -9%.
Reprimir o contener. Las políticas públicas no pudieron contener el desempleo. Esta variable será cercana al 9% en el 2021.
Resistir pesos, impulsos o trabajos. La sociedad organizada resiste el embate de la pandemia. No le queda otra. Tiene que estructurarse ante la falta de políticas de salud integral y de acciones concretas contra el coronavirus.
Tolerar o llevar con paciencia a alguien o algo molesto o desagradable. La mayoría de la gente está tolerando con estoicismo la falta de hospitales, médicos, remedios, salas de UTI y respiradores.
Como dice René Pérez de Calle 13, los seres humanos “nacimos para aguantar lo que el cuerpo sostiene. Aguantamos lo que vino y aguantamos lo que viene”. Somos la sociedad y la economía de la aguantación o si quieren, otro vocablo, que también asesina el idioma: la estrategia del aguanta-miento. Aguantamos el neoliberalismo, el comunismo, el socialismo, el populismo. Aguantamos el masismo, mesismo, añismo, camachismo o mamonismo. Aguantamos hasta el pendejismo y el cojudismo de las tribus que disputan el poder en sí mismo.
Aguantamos ir al water en la fila del banco. Aguantamos decir palabrotas. Aguantamos la jeta del funcionario público. Pero ¿cómo aguantamos el no contagio del virus? ¿Cómo aguantamos para no morirnos? Aguantamos el dolor de muelas. Aguantamos el mal servicio del internet. Aguantamos el autoritarismo y la ignorancia. Pero ¿cómo aguantamos la falta de empleo y el hambre?
Aguantamos. “Por lo que fue y por lo que pudo ser. Por lo que hay, por lo que puede faltar. Por lo que venga y por este instante”. Los nuevos poderosos nos invitan a brindar por el aguante como la única solución. ¿Patria o muerte? ¡Aguantaremos!
El verbo aguantar es pasivo, es decir, se aguanta desde la sociedad, desde el cuerpo, desde el alma, desde los intestinos, desde la esperanza. Implica férrea voluntad, autoorganización social y/o fortaleza interior.
Pero para que el aguante no sea una acción solo de individuos, las colectividades nos organizamos en estados y les delegamos a ellos, mandatos para resolver problemas económicos, sociales, pandemias o terremotos, y así nos ayuden con el aguante.
Los pueblos no eligen gobiernos para que les recomienden que se aguanten el desempleo, la muerte, la pobreza, la quema de los bosques, la falta de salud, educación etc. Vamos a las urnas en busca de soluciones. Por lo tanto, el desafío es pasar del aguante al levante y la acción pública.
Los factores responsables de las respuestas exitosas y a una pandemia o crisis económica son: a) Un plan integral. A la peste y la recesión económica no se la aguanta con discursos o echándole la culpa de los problemas a los otros. A quien está enfermo, al que perdió un familiar frente al coronavirus, al que se encuentra sin trabajo o tuvo que cerrar su negocio, poco le importa si su penuria se originó el año pasado o hace una década. Quieren soluciones multidimensionales y efectivas. Quieren que el Estado actúe. Generando certidumbre, salvando vidas, creando empleos y empresas, manejando las expectativas, gestionando conflictos y cuidando de la estabilidad. b) Para ello, se requiere un aparato estatal competente, en procesos y capital humano. Es en momentos extremos que se debe impulsar una élite estatal eficiente y efectiva para comenzar una reforma profunda del Estado. c) También se requiere de un gobierno en el que los ciudadanos confían y escuchan. En nuestro caso, la oportunidad es enorme, la nueva administración entró con un respaldo de la mayoría y mucha legitimidad. Pero en guerra, un gobierno, no necesita solo de los suyos. Se requiere del todo. Por lo que complementariamente, se debe promover un pacto por la vida y el empleo con toda la sociedad y sus representantes. No hay tiempo para la división. La unidad es una cuestión de sobrevivencia. d) Finalmente, y no por eso menos importante, en situaciones extremas se requieren de líderes efectivos que tomen el comando del barco y nos den la certeza de que pueden enfrentar las aguas turbulentas y que están dispuestas a dar todo para salvar las vidas de los ciudadanos y a la economía.
Los países con estados débiles, sociedades polarizadas o liderazgos precarios han dejado a su gente con miedo y a sus economías expuestas y vulnerables. Les han pedido a sus sociedades que aguanten en cuanto pasa la tormenta, implementado políticas desconectas y a cuenta gotas. Pero, como dice Calle 13: Aguantamos, aguantamos hasta que reventamos.