Con la muerte de Wilma Flores Zurita, el país registra ya 32 feminicidios en apenas tres meses y llegó la hora de salir de la consternación para exigir acciones concretas del Estado para proteger a las mujeres y sus familias de los ataques de hombres desquiciados, que continúan saliéndose con la suya.
El caso de la joven cruceña de 26 años asesinada por Marcelino Martínez Arenas, quien no soportó la negativa de su expareja, que hace un año había terminado su relación con él, ha provocado una ola de indignación que debe ser aprovechada para demandar políticas más efectivas a favor de la mujer.
¿Cómo es posible que la justicia no haya evitado un crimen tan atroz, después de dos denuncias policiales de la víctima en contra de este violento? Una de esas denuncias era por violencia familiar y otra por lesiones leves, moderadas y graves infligidas contra la madre de la muchacha que ahora está muerta.
Estamos hablando de un asesino a sangre fría, al que no le tembló la mano a la hora de degollar a Wilma a plena luz del día y a la vista de todos, en un supermercado, para después abandonar el lugar tranquilamente, como si nada hubiera pasado.
El reporte de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (Felcv) dio cuenta de que esta persona compró un cuchillo carnicero en el mismo centro comercial y esperó a su víctima hasta que la agredió brutalmente.
Con esa personalidad y los antecedentes de hostigamiento, ¿nadie podía adivinar este horrendo final? ¿Por qué han dejado sola a Wilma, a expensas de este monstruo?
Frente a una denuncia de violencia de género, la obligación del Ministerio Público es la de brindar las medidas de protección correspondientes a la víctima. Se sabe que hace algunas semanas, Martínez estuvo detenido, precisamente, por violencia familiar, pero recuperó su libertad a las ocho horas. Ahora está recluido en el penal de máxima seguridad de Chonchocoro mientras que Wilma dejó dos hijos, uno de seis años y otro de dos, que se han quedado sin madre.
Es necesario encarar esta grave problemática de una vez por todas con la seriedad que amerita, y un buen inicio sería desplegando una gran campaña de comunicación y educación dirigida principalmente a los hombres, de todas las edades, incluyendo a la niñez, para concienciarlos respecto a la intolerable violencia machista.
Más de 30 mil mujeres asentaron su denuncia por violencia machista en 2020, y, según una información proporcionada a Correo del Sur Radio FM 90.1 por la Casa de la Mujer de Santa Cruz, esas acusaciones ya suman casi 10 mil en los primeros meses de 2021. ¿Qué están esperando? ¿Cuántas Wilmas falta que mueran a manos de individuos que todavía creen que una mujer les pertenece y pueden hacer con ella lo que se les ocurra, como si se tratara de un objeto?
La sociedad está ahora, más que nunca, en la obligación de proteger a las mujeres de esta clase de violentos, condenándolos enérgicamente y clamando no solo justicia para ellas, sino políticas y acciones concretas para mejorar su situación actual y terminar definitivamente con los ultrajes por razón de género.
Recordemos que ellas constituyen más de la mitad de las personas de este país y no tomar iniciativas tendientes a revertir tan lacerante realidad sería, después de 32 feminicidios solo en 2021, otro crimen imperdonable para el Estado y para sus instituciones, que están obligadas a movilizarse en procura de impedir más casos de asesinatos de mujeres por parte de sus parejas.
¡Basta ya! ¡No más Wilmas! Es hora de levantar todos la voz, sin distinción de credos ni de ideologías de ningún tipo, para promover una acción que necesariamente debe ser conjunta y no únicamente centrarse en la exigencia de políticas estatales. Aunque, por supuesto, del Gobierno deben provenir los lineamientos pertinentes que conduzcan a establecer una sociedad menos injusta, más segura, para todos los habitantes.
En este caso, con claridad vemos cada semana cómo las personas del sexo femenino sufren de constantes ataques machistas e incluso pagan esta iniquidad con su propia vida. ¡Basta ya!