Bolivia celebra hoy, por segunda vez, un Día del Niño diferente, sin grandes manifestaciones públicas debido a que la pandemia ha obligado a moderar buena parte de la actividad humana. En tiempos normales, hoy se realizaría horas cívicas y pequeñas fiestas, pero gran parte de esas manifestaciones se ha relegado al plano virtual, tecnología mediante.
Desde luego, hay cosas que no cambian y una de ellas es la actitud de los políticos, que esta vez seguramente se reflejará en mensajes por las inefables redes sociales. Hasta antes de la pandemia, se había hecho común que sean fotografiados o filmados abrazando y besando niños, queriéndose mostrar con una actitud de preocupación hacia un sector que merece toda nuestra atención.
Porque, poniéndonos en una posición pragmática, hay que admitir que los niños son el futuro, por cuanto heredarán el mundo que está ahora en manos de los adultos; con el paso de los años, niños y niñas se encargarán de las tareas que actualmente están a cargo de sus mayores. Por tanto, en lugar de publicar mensajes o fotografiarse besándolos, como se hacía en el pasado inmediato, habría que preguntarse qué tipo de mundo estamos dejando a nuestros hijos o, lo que es igual, a las niñas y niños de hoy, a los adultos del mañana.
Si vemos los glaciares, ubicados todos en lugares distantes a nuestro territorio, nos daremos cuenta de que se han ido derritiendo como consecuencia del incremento del calor en el planeta y que, a su vez, es causado por fenómenos como el efecto invernadero. El clima está cambiando, pero no por causas naturales.
Las emanaciones provocadas por los seres humanos, que van desde el uso de aerosoles hasta el humo que despiden las chimeneas de las fábricas, le han causado daños irreversibles a la capa de ozono y eso ha alterado la capacidad física que tenía la Tierra de devolver los rayos del sol. Como ahora hace más calor que antes, los glaciares se derriten y sube el nivel del mar en las ciudades de la costa. Y no está lejos el día en el que se reporten inundaciones.
Las selvas están desapareciendo por culpa del hombre. Los intentos, multiplicados diariamente, de contar con espacios para la siembra, provocan incendios forestales diarios y muchos de ellos se han producido en nuestro país. La desaparición de bosques y selvas significa que miles de especies vegetales, que son las que purifican el aire del planeta, dejan de cumplir esa función y, consiguientemente, el aire que respiramos es cada vez más tóxico.
Pero aunque esas observaciones se refieren a situaciones actuales, todavía tienen un dejo de futuro; es decir, sus consecuencias serán sentidas en el porvenir, así este se encuentre muy próximo. Si nos ponemos a pensar en el presente, en un país como el nuestro, en el que la educación y la salud siguen siendo un privilegio de quienes pueden pagar por ellas, entenderemos que tenemos muy poco que ofrecer a nuestros niños.
En Europa, por ejemplo, niñas y niños concurren a las mismas escuelas y colegios estatales, en los que se educan en las mismas condiciones, sin importar quiénes sean sus padres. En Sudamérica, el sistema educativo es débil y está permanentemente acosado por paros y huelgas debido a que se ha convertido en un sector marginal.
¿Qué tenemos, entonces, para la niñez boliviana? La respuesta es nada, y para peor hemos llegado a un punto en el que ni siquiera estudiar es garantía de progreso, porque la administración del país ya no toma en cuenta la formación a la hora de distribuir responsabilidades.
Entretanto hoy les deseamos un feliz día, los infantes continúan esperando el respeto a varios de sus derechos, que son fundamentales para ofrecerles un crecimiento sano, tanto física como mentalmente.
La violencia infantil, las desigualdades sociales y, últimamente con gran visibilidad por la pandemia, la inequidad respecto al acceso a la tecnología para que todos los niños puedan tener una educación siquiera aceptable, marcan la coyuntura nacional de una manera alarmante.
A esto se deben sumar las precarias condiciones en las que viven miles de niños debido a la crítica situación económica por la que atraviesan sus hogares.
El Estado tiene mucho que hacer por ellos. También la sociedad toda, desde el lugar de cada uno.