Al Oso Winnie The Pooh lo regalaron hace menos de medio siglo. Tenía un lindo babero a rayas, rojo con blanco, una panza amarilla y ojos de botón. No sabía cuál sería su destino final, pero estaba contento de llegar a las manos de algún niño. Finalmente para eso había sido creado.
Llegó a una nena chiquita que lo abrazó con ternura. Juntos jugaron por los países encantados que ella creaba en su mente. Y recorrieron miles de aventuras. Por supuesto, con los años el osito pasó al olvido, como sucede con casi todos los juguetes. Pero no fue a dar a la basura, sino que continuó con ella.
Ahora la mira desde una estantería y desde allí le dice “yo fui tu primer juguete”. Puede que ella no lo recuerde porque era bebé, pero su mamá se encargó de recordarle que ese peluche fue su primer compañero de juegos.
Otros de sus muñecos corrieron otra suerte y fueron a dar a manos de otros niños. Cada uno tiene su historia y refleja a la sociedad, la evolución industrial: con qué materiales se hizo, cómo fue construido y refleja un momento preciso. Han sido hechos para el juego y diseñados, en primera instancia, para los niños.
Traigo a colación el tema porque el 12 de abril se celebró en Bolivia el Día del Niño. Vi varias celebraciones y cómo se regalaron juguetes para que los niños se diviertan, porque esencialmente el principal rol de un niño es divertirse y aprender. El juego les permite descubrirse a sí mismos, conocerse y conocer a los demás. Es su forma natural de relacionarse con el mundo y de formarse.
Sin embargo desde hace un año, debido a la pandemia, los niños están jugando y aprendiendo por medio de la tecnología digital y la realidad virtual. Hablan por videoconferencia con sus amigos, y les muestran, por ejemplo, cómo avanzan por el MindCraft, o asisten a clases pantalla de por medio. Pero veo con tristeza cómo otros niños son maltratados o no pueden asistir a clases, porque carecen de un celular o una computadora. Podríamos proferir miles de insultos al respecto y quejarnos del pésimo sistema educativo que tiene el país, pero ese es tema para otra ocasión.
De momento voy por otro camino. Me acerco a mi hermana Denise que tiene un gabinete psicopedagógico infantil y aconseja a los papás que jueguen con sus hijos juegos recreativos, sin un fin específico, excepto el de divertirse, pasar el rato y generar espacios para escucharlos sin darles consejos o dar órdenes. Cualquier espacio es bueno.
Y tú, ¿recuerdas cuál fue tu primer juguete y a qué jugabas? Yo soy la niña del Winnie The Pooh y seguimos jugando.
* Cree que un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido.