El tinku, ese otro mundo

Editorial Correo del Sur 06/05/2021
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Cuando esta edición estaba a punto de cerrarse recibimos la información de que el tinku, el ritual guerrero que se celebra anualmente en el norte potosino, había terminado con el saldo fatal de una persona fallecida. Parecería una noticia más, en el marco de una costumbre ancestral cuya intención, precisamente, es buscar el mayor derramamiento de sangre, pero la verdad es que el contexto que rodea al luctuoso hecho amerita que se plantee un análisis.
Lo primero que se debe tomar en cuenta es que este es el primer muerto en algún tiempo. En los últimos años, las previsiones que toma la Policía cada vez que llega el 3 de mayo habían tenido el efecto de evitar saldos fatales. Este año se rompió el registro de cero fallecimientos y, según los reportes que tenemos, eso se debió a que la violencia fue tal que rebasó los esfuerzos policiales.
En el santoral de la Iglesia católica el 3 de mayo está consagrado a la invención de la cruz. Se fijó esa fiesta con el fin de cubrir otra que tenían los indios: la de la chakana o cruz andina, que suele ponerse en esa fecha en una posición en el firmamento para marcar la culminación de la temporada de cosecha. Por tanto, la fiesta era anterior a la llegada de los españoles y lo que hizo la Iglesia, siguiendo lo dispuesto en los concilios limenses, fue acomodar su conmemoración a esa fecha, con evidentes propósitos de extirpación de cultos.
En la región que hoy ocupa el norte potosino se desarrollaron dos grandes culturas, Charkas y Qaraqara. Su tradición guerrera era tan famosa que, tras anexar esos territorios al Tawantinsuyu, el inca los incorporó a su ejército en condición de tropas de élite. A cambio de los servicios que prestaban en la guerra, los combatientes de estas naciones estaban exentos de trabajar y su manutención corría a cargo del Estado. Eso los convirtió en personas altivas y orgullosas.
Macha fue la capital de la nación Qaraqara y, por ello, los europeos la convirtieron en un centro de reducción católica y de recolección de mano de obra para la mita. Eso no solo le restó importancia, sino que la rodeó de un aura siniestro porque, para los indios, la mita equivalía a la muerte.
Con el tiempo, Macha se limitó a ser un pequeño poblado y fue sometida a la jurisdicción del municipio de Colquechaca. Durante años, sus habitantes pugnaron para que se les reconozca como otro municipio. Lo lograron en el gobierno de Evo Morales, aunque debieron soportar la oposición de ayllus de Colquechaca que, hasta ahora, se resisten al cambio.
En las elecciones subnacionales, los macheños votaron por primera vez para tener alcalde y concejales. Esas autoridades asumieron sus funciones precisamente el 3 de mayo, así que este año hubo doble motivo para el festejo.
Según nuestros reportes, ayllus de Colquechaca fueron hasta Macha a provocar y eso suscitó que las peleas del Tinku sean más violentas que en años anteriores. El resultado, todavía preliminar, es de un fallecido.
Parecería que la coyuntura determinó el saldo fatal, pero la verdad es que la violencia ha vuelto a posicionarse como la característica principal del norte potosino. Lo preocupante es que de por medio existe una evidente manipulación política.
Cuando se eligieron candidatos a la Gobernación de Potosí, la región norte fue el elemento catalizador, y determinó los resultados. La violencia, que fue incentivada en 2019 y dio lugar a que unos 5.000 comunarios de Macha ingresen hasta la Villa Imperial en noviembre de ese año, parece haber tomado carta de ciudadanía.
El muerto, entonces, no es simplemente el resultado del ritual ancestral sino de una compleja situación política en la que la tradición está siendo instrumentalizada con fines partidarios. 
 

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